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Columna
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Amor ciego

David Trueba

A nadie le sorprende que en un momento en el que la labor periodística está amenazada por recortes, despidos y presiones económicas, la gran polémica profesional tenga que ver con la ubicación de Sara Carbonero en los partidos de la selección. Y a nadie le sorprende porque una de las características de nuestro tiempo es que lo anecdótico adquiera categoría de fundamental. El consejero delegado de Telecinco ha respaldado el trabajo de su reportera frente a las sospechas del presidente de la Asociación de la Prensa. Donde Urbaneja veía morbo y cierto uso ilegítimo de los accidentes sentimentales, Paolo Vasile ha presentado a su cadena como una víctima del machismo imperante. Que Telecinco se convierta en adalid del feminismo suena parecido a rescatar a Gil y Gil para que protagonizara la nueva campaña de Calvin Klein. Machismo es escandalizarse porque la dueña de L'Oréal tenga un amante más joven en plena vejez, y que, sin embargo, la misma situación disfrutada por un ancianito bien forrado produzca admiración general. Lo mejor es dejar que el amor resuelva los asuntos amorosos y el periodismo los asuntos periodísticos. La mezcla es mala porque empiezas con besos y terminas como Mel Gibson, arrastrado por el fango hasta por la agencia que tanto dinero ha ganado con él.

Sin embargo, lo más llamativo de la entrevista de Vasile aparecida en la edición del domingo de este diario fue su consejo personal a la periodista: "Le dije que no hablara con nadie. Que si le llamaban de La noria, de Sálvame o de Ana Rosa, no fuera. Tienes que decidir en qué categoría quieres estar". A mí me sonó al consejo perfecto que un padre le daría a su hija. Lo curioso es que Vasile es el padre de esos programas, sangre de su sangre, y suena como si el suegro ayudara a escaparse de la boda a la novia, entre otras cosas porque conoce bien al crápula de su hijo. Se nota que Vasile prefiere regir en su cadena antes que salir en ella, que no acepta ser miembro de un club que le tiene a él como consejero delegado. Como buen directivo de cadena, sabe que el amor es ciego, pero el negocio no.

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