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Columna
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Arriba España

Carlos Boyero

Se supone que entre las fuerzas del orden no están proscritas las ideologías, pero que al colocarse el mono de trabajo su único objetivo es defender la ley y guardarse su respetable pensamiento en el forro de los genitales. Trabajan para el poder establecido, no se admite la esquizofrenia ni los problemas de conciencia, que estén condicionados en su curro por el culto a Dios o a Satanás. No se conocen motines de estos ángeles que nos protegen de los malos, contra las decisiones de los que controlan el poder y pagan su nómina. Su fervor hacia los que dirigen el tinglado ha sido ancestral con los dictadores de cualquier signo. La democracia sólo les exige profesionalidad, no certificado de amor perruno.

Siento aun más estupor que miedo cuando veo la fotografía de un policía de Valencia que está vestido de uniforme. O sea, que está cumpliendo en ese momento con su sagrado deber, en acto de servicio. Ignoro si consiste en abrir cabezas de subversivos manifestantes o en ayudar a las ancianitas a cruzar la calle. Este concienciado fulano porta un llavero que sobresale con exhibicionismo del bolsillo de su camisa. En él figura el careto de Franco acompañado de la graciosísima inscripción "No se os puede dejar solos". No hay forma de que te abandone el viejo pavor hacia los grises (aunque ahora vistan de azul), ni la grima hacia el clero en nuestro civilizado, democrático y laico país.

Pero hay noticias esperanzadoras. Como el delírium trémens de Cascos, respaldado por la gran familia del PP, al afirmar que la policía ha fabricado el hediondo Gürtel. Que forma de agraviar a la antigua e inquebrantable fraternidad.

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