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Cosa de dos

'Blogs'

Enric González

Mi actual empleo tiene sus ventajas: no mando y no me mandan, no asisto a reuniones, no me llega ningún rumor burocrático. Este penúltimo rincón del diario es de lo más apacible y deja tiempo para todo. Lo cual acaba siendo un inconveniente: uno pasa muchísimas horas, demasiadas, delante de una pantalla, contemplando programas televisivos de toda catadura (el promedio es malo, pero eso ya lo saben), desenterrando rarezas en los fangales de Internet y, esto es lo peor, asistiendo al interminable bucle de las noticias desde que nacen, más o menos lozanas, hasta que mueren agotadas, después del zarandeo infligido por diarios digitales, boletines horarios, comentaristas de urgencia y tertulianos de cabecera, en manos de los columnistas de papel.

La multiplicación de los medios y el ciclo continuo de 24 horas no han incrementado de forma apreciable la calidad o variedad de la información, más bien lo contrario, si exceptuamos, como creo que corresponde, el cotilleo y la infamia. No se produce, se recicla. Es el signo de los tiempos. En la industria del reciclaje, el blog constituye el apartado más económico, íntimo y personal. También, en general, el más honesto. Los diarios digitales incorporan desde hace tiempo sus propios bloggers, con resultados desiguales. Algunos son realmente buenos y generan adicción.

Permítanme que no me refiera a los de esta casa: sería incómodo. Prefiero citar dos blogs de la competencia; por si eso no fuera delicado, uno de ellos lleva la firma de un amigo mío. Qué se le va a hacer. Lo siento. Santiago González escribe en elmundo.es un blog inteligente, sensato, ecuménico, un bálsamo para los tiempos que corren. No conozco al autor (coincidí con él en una comida, hace muchísimos años), ni comparto algunas de sus ideas, pero si no es un tipo estupendo, finge de maravilla. Iñigo Domínguez, al que sí conozco, dedica su blog de elcorreodigital.com a combinar el sufrimiento de la actualidad italiana con el placer del viejo cine italiano, incluyendo los subgéneros (Fantozzi, las parodias futbolísticas) que apenas llegaron a exportarse. El resultado es siempre divertido.

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