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'C'est fini'

Humor y amargura en la retransmisión de la muerte de La Cinq

La muerte acudió con puntualidad exquisita a su cita con La Cinq. A medianoche del pasado domingo, el siguiente cartel ocupó la pantalla de la que en 1986 había sido la primera cadena privada gratuita del paisaje audiovisual francés: "La Cinq se disculpa por esta interrupción definitiva de la imagen y el sonido. C'est fini (Se acabó)". Una silenciosa mancha negra se adueñó de millones de televisores franceses.

Los periodistas, presentadores, técnicos y otros empleados de La Cinq se hundieron entonces en un silencio espantoso. Un ángel negro recorrió la sala de redacción, convertida en las horas precedentes en el plató principal de la última velada de La Cinq, la que retransmitió en directo su, agonía y muerte. Los telespectadores ya no pudieron ver estas imágenes. Pudorosamente, la pantalla negra les privó de contemplar las lágrimas en los ojos del personal de La Cinq.Pero los telespectadores y los periodistas franceses y extranjeros que vivieron ese momento en los locales de La Cinq sintieron un pellizco en el estómago. Aunque no se fuera un adicto de La Cinq, aunque se le reprocharan sus baratos telefilmes norteamericanos y los excesos sensacionalistas que provocaba su pasión por la información en caliente, la desaparición de la cadena francesa, como la de cualquier medio de comunicación, fue una amarga derrota del pluralismo.

Hasta el momento fatídico, las gentes de La Cinq dieron prueba de combatividad y humor. El último telediario de la cadena se desarrolló en una atmósfera profesional y relajada. Unas 500 personas asistieron en el plató a este último telediario. Jean-Claude Bourret lo cerró dando paso a un programa especial de tres horas llamado Son las menos 5.

Este programa recogió los. momentos más dramáticos o simpáticos de la programación difundida en los últimos seis años. Los portavoces del personal tomaron la palabra con toda libertad para expresar su orgullo por el trabajo realizado y su tristeza por el resultado final. Cuando faltaban 15 minutos para la hora fatídica, una última racha de publicidad sonriente y tentadora inundó la pantalla de La Cinq. Numerosos anunciantes habían sido atraídos por esta extraña velada en que La Cinq iba a convertirse en la primera víctima mortal de las grandes cadenas privadas nacidas en Europa en los ochenta. Luego hubo la imagen de un eclipse acompañada por el sonido de una gota de agua. Entonces apareció el fatídico cartel: "C'est fini".

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