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La guerra de Antofagasta

Una nueva acepción en el diccionario de la Real Academia despierta la ira en la ciudad chilena

La propuesta de inclusión de una nueva acepción en la próxima edición del diccionario de la Real Academia Española, ha despertado la indignación y la airada protesta de las autoridades locales y de gran parte de la población de Antofagasta, capital de la segunda región de Chile, al norte del país.

La definición de la discordia figura de la siguiente manera en el boletín de la Academia, dado a conocer este mes: antofagasta. [Adición de artículo] (De Antofagasta, ciudad y provincia chilenas) com. Persona cuya presencia en una tertulia o café desentona o fastidia.

Un reportaje sobre las nuevas palabras aceptadas por la Academia, publicado en EL PAÍS el pasado día 21, fue el detonante de esta guerra verbal. El alcalde de Antofagasta, Pedro Araya, no ha tardado en reaccionar, según informa Manuel Délano, desde Chile. "Hemos recibido estas noticias con un voto de repudio de la comunidad antofagastina hacia la Real Academia. Ninguna persona aquí había escuchado eso ninguna vez. Agotaremos todos los recursos, ya que no aceptaremos que por ningún motivo la ciudad sea calificada de ese modo, lo que considero una vejación", dijo Araya.

El alcalde se mostró dispuesto a viajar a Santiago de Chile junto con los integrantes del Consejo Municipal para reunirse con el embajador de España en aquel país, Juan Manuel Egea, y expresarle su desagrado por la recomendación del boletín de la RAE. Y eso no es todo: "Estamos pidiendo una entrevista con el presidente de la República para entregarle oficialmente la protesta de la ciudad de Antofagasta por este calificativo", afirmó el alcalde.

La controversia ha recibido una amplia cobertura en la prensa chilena y entre los que rechazan la nueva definición están académicos, autoridades, un obispo y, desde luego, los antofagastinos. En un sondeo hecho por un canal de televisión local, una mujer, interrogada sobre qué le parecía el nuevo significado, respondía que los antofagastinos podían ser a veces algo pesados, como cualquiera, "pero nunca tanto...".

El arzobispo de Antofagasta, Patricio Infante, se sumó a la protesta general y consideró la nueva acepción como "una ofensa a una ciudad importante del país". Una integrante de la Academia Chilena de la Lengua, Elsa Abud, que reside en esa ciudad, afirmó que le parece "un chiste de mal gusto".

El vicedirector de la Academia Chilena, Ernesto Livacic, también se mostró sorprendido: "Ni hemos sido consultados ni mucho menos hemos tomado una iniciativa con la inclusión de este término con la acepción despectiva que aparentemente tendría", dijo a Efe.

Antofagasta es una ciudad de 225.000 habitantes, situada al norte de Chile en la costa del Pacífico. La palabra Antofagasta proviene del idioma aymara y significa "salar grande", en referencia a los salares que hay en la comarca. Una periodista chilena, que se puso en contacto con este periódico, afirma que Antofagasta es conocida en Chile como la Perla del Norte y "todos quieren que se le siga conociendo sólo así".

Pero, ¿de dónde ha salido esta definición? El académico Humberto López Morales, secretario de la Asociación de Academias de la Lengua, que coordina las relaciones con las academias americanas, explicó ayer en Madrid que esta palabra ya aparece definida así en el Diccionario Histórico. "No es un americanismo, como podría pensarse, sino una palabra que se usaba en los años veinte y treinta en Madrid entre los contertulios, poetas e intelectuales, que se solían reunir en los cafés", explica.

Según este académico era un divertimento lingüístico, una palabra eufónica que se usaba en los corrillos, y que aparece por primera vez en el Retablillo grotesco, de Emilio Carrere, según el Diccionario Histórico. Luego, en 1930, la menciona Ramón Gómez de la Serna, en 1952 lo hace Díaz Cañabate y en 1985 Alonso Zamora Vicente dice en El trasluz que "era una definición ramoniana para describir al pelma inevitable". Camilo José Cela tiene un personaje que se apellida Antofagasta y el periodista Jaime Campmany escribe en 1992 que se usaba con "esos tipos con mala sombra que Federico [García Lorca] llamaba antofagasta".

De todas formas, la sangre no llegará al río y los antofagastinos no tienen ya por qué preocuparse. Ante la presión, la Real Academia Española comunicó ayer oficialmente que han decidido que antofagasta no figurará con esa polémica acepción en su próximo diccionario. Esa palabra seguirá apareciendo definida así sólo en el Diccionario Histórico, como una referencia literaria.

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