_
_
_
_
_
Cosa de dos
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Camus

La Sexta prepara un nuevo reality con jóvenes vagos, inútiles y desesperanzados. Generación ni-ni, se llamará, y, según El Mundo, parte de un dato estadístico: el 15% de los españoles entre los 16 y los 24 años no estudia ni trabaja. De ahí lo de Generación ni-ni.

Supongo que las estadísticas también permitirían bautizar como Generación ni-ni a los españoles de entre 55 y 65 años: entre desempleo y prejubilaciones, son más del 15% los que ni estudian ni trabajan. Pero resulta más fácil colgar la etiqueta a los jóvenes. Los de ahora, por supuesto, porque los de antes eran otra cosa. Los jóvenes de antes siempre han sido otra cosa.

Ironías aparte, tiene su lógica que en una sociedad desesperanzada exista un cierto porcentaje de jóvenes desesperanzados. Recordemos que ha habido tiempos peores, como los años treinta, o como los años previos a la Gran Guerra. En 1914, un joven francés no tan joven (tenía casi 30 años) llamado Raoul Villain asesinó al político socialista y pacifista Jean Jaurès y fue muy aplaudido: la guerra era la gran esperanza de Francia. Villain fue liberado, en cuanto se firmó el armisticio, por un tribunal que le rindió homenaje: el asesinato de Jaurès, vino a decir el tribunal, contribuyó a la victoria en los campos de batalla. Llamaron victoria a más de un millón de franceses muertos en una guerra que sólo sirvió para preparar otra, aún más cruenta. Ah, qué juventud aquélla.

Cuando llegó a la presidencia de la República, el primer acto oficial de François Mitterrand consistió en llevar una rosa a la tumba de Jaurès, en el Panteón. Eso fue, junto a la abolición de la pena de muerte, lo mejor que hizo Mitterrand.

Ahora, Nicolas Sarkozy quiere meter en el Panteón a Albert Camus. Uno de los hijos de Camus se resiste, con razón. Albert Camus soportaba mal las pompas patrióticas. En lugar de panteonizarlo, convendría leerle. No estaría mal que los concursantes de Generación ni-ni nos leyeran en cada episodio unos párrafos de El extranjero, la novela que publicó en 1942, a los 29 años, los mismos que tenía Villain cuando asesino a Jaurès. Serviría para demostrarnos que la desesperanza es más inteligente que el fanatismo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_