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Cosa de dos
Columna
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Concentración

Cuando una sociedad se siente próxima al colapso, aparece la tentación de las sumas imposibles. ¿Recuerdan el 23-F? Suárez había llegado al final del camino, cada día era un baño de sangre y al general Armada, uno de los íntimos del Rey, se le ocurrió un "Gobierno de concentración nacional" con miembros de todos los partidos, presidido, naturalmente, por el propio Armada. Gran idea, ¿no? Tejero fue quizá el único que de verdad se opuso a ella y con su empeño en volver a 1940 acabó salvándonos, sin quererlo, de él mismo y de las dos conspiraciones, la cuartelera y la palaciega.

Algo parecido ocurrió con la música popular a principios de los ochenta, cuando el rock progresivo ya había dado todo lo que podía y, por desgracia, seguía dando la lata. Alguien pensó en la vía de la "concentración", es decir, en los llamados supergrupos. Surgieron inventos como Asia, ensamblando miembros de varios grupos, y conceptos como "dinosaurios" y "pesadez" adquirieron un nuevo alcance.

Telecinco también da señales de agotamiento colectivo y desorientación general. Y ha caído en la tentación del concentracionismo imposible. ¿Cómo se podía hacer unas Crónicas marcianas que retomaran lo peor del original y dieran un paso más? Pues añadiendo a Mercedes Milá. Y ya tenemos La tribu, una supuesta suma de estrellas televisivas que exhiben su ego durante un rato larguísimo la noche de los viernes.

Sobre el nivel del programa no voy a extenderme: ya lo hizo ayer mi amigo Carlos Boyero, y sería un poco tonto por mi parte competir con el maestro en materia de calificaciones peyorativas. Xavier Sardá, genio de la televisión, ha conseguido que DEC (Antena 3) y el remedo de Martes y Trece (TVE) parezcan, en comparación con La tribu, sobrias producciones de la BBC. Hasta La noria ha subido de categoría. Sólo un genio puede lograr hazañas como ésta.

Por supuesto, el gran triunfador del asunto es Jesús Vázquez, la única estrella telecinquera que no ardió en la pira de La tribu. Estaba chamuscándose en Guerra de sesos; lo suyo, sin embargo, queda como simple bronceado cuando se observan las horribles quemaduras sufridas por Sardá y su "supergrupo".

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