Constitución
Hay que ver lo que han dado de sí 30 años de Constitución. Lo que ha cambiado este país. Ahora, la policía condenada por torturas es la catalana. La última bandera fascista la sostienen quienes mataron a Carrero Blanco. Y uno de Esquerra Republicana ha tenido que dar explicaciones, bastante penosas, por cierto, por gritar algo que hace 30 años casi se cantaba en misa: "Muera el Borbón".
Quizá usted, querido lector, sea lo bastante joven como para no recordar los tiempos posfranquistas/preconstitucionales. Por entonces, en cualquier reunión más o menos amplia había que dar una ojeada y controlar las caras conocidas y las desconocidas. Si los asistentes a una fiesta eran de izquierdas, y, por tanto, mantenían su puntito de clandestinidad, se entretenían con el juego de identificar al infiltrado. El fulano en cuestión podía ser un simple soplón o, en casos solemnes, uno de la "secreta" o la "política". A veces resultaba ya conocido y, según el humor, se le dirigía la palabra, o no. A veces el presunto soplón era sólo un primo lejano de alguien y lo único que soplaba eran cubatas de garrafón. Qué tiempos aquéllos.
Creo que la Sociedad General de Autores y Editores, más conocida como SGAE, hará un bien a la patria resucitando aquel antiguo pasatiempo y aportando creatividad a los festejos contemporáneos. A las bodas, por ejemplo. Si uno no está entre los dos que se casan y los pocos que ligan, ¿qué puede hacer en una boda? La SGAE repropone el juego "identifique al soplón", con más alicientes que nunca. ¿Será ése de la gabardina? ¿Será la señora del escote?
La SGAE, como sabrán, envía detectives a las bodas. Quiere evitar que en los restaurantes especializados suenen "canciones protegidas" sin pasar por taquilla. El detective graba y denuncia. A un restaurante sevillano, sin ir más lejos, le cayeron el año pasado 43.179 euros de canon musical. Claro que a la SGAE le han caído ahora 60.101 euros de multa en firme por violar "el derecho constitucional a la intimidad" de la pareja que se casaba en ese restaurante. Como negocio es una ruina, pero como diversión es impagable. Y ayuda a recordar para qué sirve una Constitución.