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Columna
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Drama

David Trueba

Las imágenes del Congreso en la sesión donde el Gobierno anunció los recortes para salvaguardar nuestro déficit son el comienzo del drama. En ellas, el presidente Zapatero se muestra abatido. Como si le hubiera pasado por encima una máquina de asfaltar. Si fuera un dibujo animado se levantaría plano. Por desgracia para él no es un dibujo animado, como mucho un dibujo desanimado. Los analistas aseguran que Zapatero ha tomado medidas contra sí mismo. Zapatero entierra a ZP es un titular visto. Puede que sea la lucha interior de un gobernante, el drama entre lo que desearía hacer y lo que tiene que hacer. Como ese personaje de Robert Mitchum, que tenía escrito en el puño de una mano la palabra Amor y en el otro la palabra Odio. En este caso sería un puño de hierro con la palabra Déficit destrozando a trompadas al otro, más frágil, casi de cristal, con las medidas sociales.

Ayer un lector escribía a este periódico que había acudido al banco esperando que su hipoteca también se hubiera reducido en un 5%. Seguramente era una ingenuidad, pero a uno le encantaría que el Gobierno hubiera anunciado esa mañana un recorte de los intereses bancarios o la bajada por decreto del precio del ADSL. Pero no fue así. Zapatero asumió las exigencias del momento con cargo al Estado, pero lo hizo con mala cara. Rajoy, en cambio, parecía salivar cuando imaginaba las huelgas de funcionarios y las algaradas sindicales, a punto estuvo de prometer subida de pensiones y regalar habanos.

Ese día murió Antonio Ozores, genial actor que hizo carrera con el personaje del arribista, chapucero y superviviente, que para salir de los grandes embolados recurría a una especie de disfasia y hablaba a borbotones sin que nadie pudiera entender una palabra. Ozores fue el profesor perfecto de esa logorrea incomprensible que todos hemos usado como recurso para salir de aprietos. A Zapatero le hubiera encantado rendir homenaje a ese actor enorme y contestar a los rapapolvos que le propinaron todos los portavoces parlamentarios con una retahíla inconexa hasta terminar sin aliento gritando "no, hija, no". Pero lo que dijo se entendió. Le tocó ser actor de drama y no de comedia. Es lo malo de ganar elecciones.

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