Drogas
Las drogas que hoy son ilegales empezaron a prohibirse en Estados Unidos, a principios del siglo XX, por motivos vagamente racistas. El opio era cosa de chinos; la cocaína, de negros; la marihuana, de mexicanos. En general, cosas de pobres. No conviene preguntar por qué están prohibidas ciertas drogas, mientras son legales el aguardiente o los pitillos, o las pistolas. La pregunta conduce inexorablemente a un diálogo de besugos ("¿quiere que se droguen sus hijos?") o a la evocación penosa de las víctimas.
Mejor considerar los aspectos positivos de la prohibición. Los grandes traficantes siguen haciendo enormes fortunas, libres de impuestos, que fluyen hacia las Bolsas o cubren las emisiones de deuda pública: bueno para la economía. Los pequeños camellos pueden ir tirando, vendiendo caro lo que no vale casi nada. Y los consumidores pueden encontrar en cualquier esquina lo que, en otras condiciones, tal vez les supondría inscribirse en un registro y soportar tasas y burocracias.
Esta columnita no da para enumerar todas las ventajas. Desde las innovaciones náuticas (las lanchas de seis motores desarrolladas por los narcos) a la pujante industria de las pompas fúnebres en Ciudad Juárez; desde la producción cultural (El padrino, por ejemplo) al mantenimiento de miles de empleos policiales. La prohibición, es cierto, fomenta la corrupción, ayuda a financiar el terrorismo y mantiene a centenares de miles de personas en la cárcel, con un alto coste para el contribuyente: ya se sabe, nada es perfecto.
La prohibición también nos permite disfrutar de programas como el capítulo de 21 días que hoy emite Cuatro: la reportera Samanta Villar se pasa tres semanas fumando canutos, y concluye que le sientan mal. Quizá en la próxima emisión cambie el porro por la copita de anís, a ver qué pasa. Y nos proporciona series como la tragicómica Breaking bad (AMC). Argumento: un profesor de química, con un hijo minusválido y una esposa embarazada, recibe un diagnóstico de cáncer terminal. Para sacar de apuros a la familia, se dedica a producir y comercializar drogas. Ahora empieza la segunda temporada. Tremenda.
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