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Columna
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Esplendor necrófago

Gracias a la necrofilia, esa negra adicción de los que han perdido definitivamente su lugar en el mundo y solo encuentran consuelo evocando a los amados muertos, han nacido luminosas o enfermizas obras de arte. Sin embargo, de la necrofagia, consistente en alimentarse de cadáveres o de carroña, solo se sabe que aquellos que saben venderla se forran. Asesorados, imagino, por los psicólogos y sociólogos más eminentes, gente en posesión de la científica certidumbre de que siempre sera rentable el morbo y el afrodisiaco que proporcionan a los vivos los secretos y los pecados de los fiambres en descomposición y las calaveras. Y te haces la pregunta del millón: ¿si millones de moscas disfrutan consumiendo heces, resulta equivocado dudar de las bondades de ese alimento tan antiestético?

Sospecho que los estrategas e ideólogos de la telebasura sufren desmesurada fatiga mental al tener que inventarse continuamente nuevas fórmulas o talismanes inefables para mantener la fidelidad de su infinito rebaño, al administrar con intuición las dosis exactas que este necesita para que no aparezcan síntomas de desfallecimiento o desbandada.

Viendo en estado hipnótico la evolución del lodazal descubro que la última moda es contratar a hijos, amantes, primos o amigos entrañables de los difuntos para que aporten jugosos datos sobre la incurable afición al sexo libertino, a las devoradoras drogas o a la cogorza permanente que practicaban estos. No está clara cuál era la profesión de los finados, que habían creado en su apasionante existencia para despertar el interés colectivo, pero está claro que se dedicaban a otras actividades que las de Einstein, Chaplin y Picasso.

Esta noche y las anteriores y las próximas, el fascinante tema será investigar la identidad de los amantes de Carmina Ordóñez, las sustancias que consumía, si su íntima amiga Lolita se lo montó con su ex marido, su hijo y su sobrino. También veo otro impagable interrogatorio que pretende confirmar que un señor cuya trascendencia histórica se basa en que estuvo casado con Concha Velasco la palmó de un derrame cerebral porque iba puesto de alcohol, farlopa, viagra y puterío. Por supuesto, la fraternal colega y la hija de estos muertos confiesan participar en el carroñeo por la necesidad de pasta, por una causa inaplazable, para aliviar las necesidades de sus hijos. Todo es comprensible en este mundo.

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