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Columna
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Fotos

Carlos Boyero

La figura de la estremecedora viñeta que publicó el martes El Roto (muchas gracias, señor, por su lucidez desesperada, su inquebrantable y necesario sarcasmo, su negrura con causa) no la puedes identificar con un político concreto. Es el político de cualquier parte, aunque su imagen sea expresionista y todo en su porte y en su gesto inspire terror. También las palabras que salen de su arrogante y desdeñosa boca: "¡Os bajaremos los sueldos, os quitaremos derechos, nos llevaremos la pasta, y además nos votaréis!".

Jamás se celebrará un Núremberg para juzgar a los lacayos del poder, a los que asfixian con leyes y decretos a los que siempre han poseído poco y ahora se lo están quitando con vergonzosa impunidad. Lo más desolador es la absoluta seguridad de los usurpadores en que la mayor parte del afligido rebaño les votará, les legitimará democráticamente, nada cambiará. Que acudirán a las urnas por rutina, por la certidumbre de que la democracia es el menor de los males, porque alguien tiene que gobernar o desgobernar, por eso tan espurio de que existen los nuestros y los suyos, porque creerán en esas promesas eternamente incumplidas.

Imagino las carcajadas de ese centenar de corruptos imputados cuando las urnas laven sus presuntos y antiguos choriceos, perpetúen el ¿qué hay de lo mío? y les permitan inventarse otros nuevos con el beneplácito de esos jefes tan comprensivos ante las debilidades de la condición humana. Los dirigentes de la manada están muy entretenidos recordándose mutuamente el abyecto "y tú más". También enloqueciendo, como la esforzadamente sensata Dolores de Cospedal, al optar por la barbarie en el ataque al rival. Identificar la foto de un asesino múltiple festejando su liberación y orgulloso de su pasado con la imagen de Rubalcaba eludiendo los interrogantes que le hacen sobre las intrigas de los faisanes, es una proposición grotescamente desproporcionada, un navajeo involuntariamente dadaísta. Hablar de derecha civilizada en el PP es una abstracción tragicómica. Y la izquierda, ¿dónde está, para qué sirve? Hasta el espíritu más inocente sabe que solo puede tratarse de una broma cuando el PSOE pretende identificarse con ella.

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