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Columna
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GALAXIA PACO

David Trueba

Antes alimentábamos el frío invierno con los conciertos de verano, que se reemitían entre otros en aquel mítico Jazz entre amigos. Ahora, a falta de que algún canal supere la empobrecida radiofórmula musical, la gente planifica sus vacaciones o se escapa un fin de semana para presenciar estos conciertos en vivo. Este fin de semana se cerró un clásico, el Festival de Jazz de Vitoria, con otro clásico, Paco de Lucía. Hace tiempo que el guitarrista abandonó la cómoda posición de estrella para reivindicarse como una auténtica galaxia. El nivel de exigencia, la precisión o sencillamente el placer de acercarse a su constelación hace mejores a los músicos que se suman a él en las giras.

A Paco de Lucía lo hicieron hace poco doctor honoris causa en Boston y entonces le oí decir que su cuota de vanidad personal ya estaba hace tiempo satisfecha, pero que en cambio experimentaba un enorme placer al ver la música flamenca situada en lugares de prestigio, cuando tan solo unos años atrás era un entretenimiento de señoritos y los músicos se tenían que someter al capricho y a veces a las humillaciones de quien les pagaba. Precisamente Paco de Lucía es de los que, arrastrando de la cola esa música, la ha colocado en el cielo. Él es un campeón del mundo cada noche que sale a un escenario, cometa celebrado y reconocido. Cuando invita a un músico a unirse a sus bises, percibes que ya no hay intérprete que se precie que no tenga en su paradigma la guitarra de Paco y la música flamenca, con la misma naturalidad con la que ha de saber improvisar sobre un standard americano o un clásico del jazz.

Paco establece, como clave para no intelectualizar demasiado el goce de tocar, someterse a los ritmos y a la melodía. Es asombroso que alguien en su posición aún se suba a los escenarios con aspiraciones de superarse, de ponerse a prueba. Que su juicio sea más exigente que el de cualquier aspirante a entendido. Ahora planea situar la copla en la sensibilidad colectiva universal. Será una buena forma de perpetuar esa virtud que hace que todo lo que él toca se convierta en material estelar.

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