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Columna
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Hugh

David Trueba

Este fin de semana leí a un crítico de cine afirmar que la última comedia de Hugh Grant era un "producto nocivo". Ya es mérito para una película convertirse en algo parecido, no sé, al plutonio. Sin embargo, a su paso por España en gira promocional el actor fue recibido con acrítica entrega por los medios. Él, con envidiable ironía, se describió como un viejo, gordo y borracho y se recomendó a sí mismo dejar de hacer películas malas. Quizá ahí resida el encanto de Hugh Grant, en la coña con que se toma el éxito; en lugar de presumir de entrega a causas encomiables, afirma que se ha pasado los dos años de retiro jugando al golf y tomando el sol. La sinceridad es hoy algo tan inusual que suena con la belleza de las mentiras.

Alguien tendría que estudiar qué nos pasa con Hollywood. Por qué nos entregamos con tanta pasión a sus productos sin saber lo que esconden dentro. Deberían pagarnos ellos a nosotros para premiar nuestra fe. Nuestros medios se abren de piernas ante cualquier visita de estrella como groupies histéricos. A Hugh Grant, que tenía cara de no acabar de creerse lo que le pasaba, le abrieron hueco en todas las horas de televisión disponibles. Llegó a estar simultáneamente en el informativo de Telecinco y en El hormiguero, algo sólo al alcance del Espíritu Santo y en sus buenos tiempos. En el noticiario parecía más cómodo, quizá porque es más fácil salir gracioso entre gente seria que hacerle la competencia a un cómico. En El hormiguero, en lugar de entrevista, te hacen sentir como el tipo de entre el público al que saca al escenario un mago. Lo mismo da que te partan en dos con cuchillas o que te saquen un huevo de la oreja, que pones la misma sonrisa de "yo no quiero fastidiar el espectáculo".

Hugh Grant ha hecho carrera como pareja british de las novias de América: AndieMcDowell, Julia Roberts, ahora Sarah Jessica Parker. Pero él asegura que su mejor papel es el Lord Byron de Remando al viento. Cuando hizo la película de Gonzalo Suárez no lo entrevistaron ni en la hoja parroquial de los Salesianos de Estrecho. No venía empaquetado en USA, era sólo un desconocido actor inglés. Eso sí, la película cosechó el mejor elogio que puede recibir un producto nacional: "No parece española".

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