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Columna
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Insectos

David Trueba

Si estudiáramos como entomólogos el asunto que afecta al presidente del FMI, el francés Dominique Strauss-Kahn, obtendríamos más certezas que haciéndolo desde perspectivas morales, mediáticas o conspiranoicas. Los medios de su país lo apodaban DSK para ahorrar tinta, también por la querencia francesa hacia los diminutivos y hasta quizá por ese denodado esfuerzo por convertir a las personas en marcas comerciales en el que vivimos inmersos. El ser humano, se llame Galliano, Tiger Woods o encabece las encuestas presidenciales, es demasiado humano, y pocas veces responde a la lógica, para bien del espectáculo de la vida.

Lo sorprendente es que después de tantos años de estrenos y promociones, por ejemplo, Woody Allen siga siendo brillante en sus declaraciones. Por no hablar de su ausencia de presuntuosidad en un mundo plagado de autorreconocidos genios. Lo último que escuché decir a Woody Allen en Cannes me pareció para enmarcar: "La vida es como Las Vegas, a veces ganas unas monedas de premio, pero nunca saltas la banca".

Si alguien está cercano a saltar la banca tiene que ser el presidente del FMI, se diría alguno. La semana pasada, sin embargo, ya corrieron por las redacciones los soplos sobre sus gastos excesivos y finalmente la prueba del delito, el tipo subiéndose a un Porsche. La foto era dolorosa. Luego resultó que el coche era de un amigo. La foto que nos habría matado de la sorpresa es la del presidente del FMI viajando en metro, ¿no? Pero el descarrilamiento ha resultado más fácil de lo previsto. En las rivalidades brutales de la política francesa, la ambición no se esconde. En esta ocasión parece sencillo concluir que el peor rival de alguien es uno mismo, pero qué fácil es contar el partido los lunes por la mañana.

Los medios sacan ahora punta al pasado sexual de DSK, rendidos ante la detención en el asiento de primera clase del avión tras abandonar la suite de 2.000 euros la noche. Ahora cotizan los detalles que contribuyan a la demolición. Reconozcamos que los humanos nos hemos convertido en bichos escrutados las 24 horas por microscopios de aumento llamados medios de comunicación. Nadie sabe si eso nos hará más fuertes o más hipócritas, pero es un reto más para tantos insectos aspirantes a César.

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