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Columna
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KAFKA

Juan Cruz

Kafka viste de blanco. Todo empezó ayer con un chispazo en Canal +. Su programa deportivo Más deporte arrancó el culebrón, que duró unas horas. Mourinho se va. Lo dice quien ahora dice, no estando Karanka, todo lo que dice Mourinho. Luego entró en escena el Kafka de Metamorfosis, y ya el móvil por el que hablaba el portavoz era obsoleto y el propio entrenador del Real Madrid adelantó la noticia de la semana: él no se va. "Seguro. ¡Segurísimo!"

Es curiosa esta historia, que ya alcanza decibelios nunca vistos en el pasado del fútbol. En la época de Helenio Herrera, cuya historia parece una novela de Gonzalo Suárez, HH se limitaba a lanzar frases que desconcertaran al contrario, humillándolo lo justo. Pero en el banquillo HH era un santo varón muy bien vestido, con zapatos impecables que, además, le dejó en herencia al citado escritor, que era su hijastro.

Pero Mourinho ha roto los tímpanos de la realidad. Es imposible que, en este siglo puramente mediático, él no supiera que las cámaras lo estaban mirando cuando le metió el dedo en el ojo a Vilanova, pues ahora, donde se siente él, todas las cámaras lo miran. Canal +, tan aficionada a las estadísticas visuales, podía ralentizar la conducta de Mou al frente del Madrid desde que llegó. Hubo una época en que le dejó espacio a Cristiano Ronaldo, que lo pedía como quien se expone ante una pasarela en la que es un modelo inédito. Pero luego el hombre serio de Setúbal le ha robado a su paisano más mediático (después de él) todo el protagonismo. Y Cristiano es solo un pacífico peón ilustre.

Así que ese dedo que ha dado la vuelta al mundo y que ahora el Madrid pretende pagar a cobro revertido (es decir, que lo paguen otros) no parece un simple accidente, sino que es una piedra más en la escalada protagónica del entrenador más conflictivo que ha tenido este país desde que se inventó la televisión.

En el comunicado que desató el anuncio de Canal + (Mourinho se va) se desanuda un enigma. ¿Va a pedir perdón? Lo pide, pero tan solo ante el madridismo. Al madridismo no le duele el ojo. Ni a Mourinho, y este sabe, además, que cuanto más Kafka más fama, y la tele lo acompaña. Hasta que él mismo se vea la herida en el dedo.

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