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Lobatón encontró en Bosnia el dolor de la guerra

"Quién sabe dónde", emitido en directo desde la ex Yugoslavia

Ramón Lobo

ENVIADO ESPECIAL

El programa de Paco Lobatón Quién sabe dónde, emitido por TVE-1, se fue ayer hasta la mismísima guerra en busca del dolor de Bosnia-Herzegovina. Y allí se lo encontró a borbotones: en cada rinconcito del sector Este de Mostar, el musulmán, y en las calles tristes de Sarajevo, donde desplazó anticipadamente a dos equipos para poder tomar imágenes. A Lobatón se le mudó el corazón como a un principiante y así se lo contó al oído a su numerosa audiencia en España: con sorpresa.

Delante de un público que empezó atentísimo y terminó cansado y bullicioso, compuesto por más de medio centenar de cascos azules, que engordó con el paso de los minutos, Paco Lobatón desplegó dos horas y media de una habilidad casi teatral en un directo de televisión repleto de riesgos técnicos.

Los soldados, elegidos al parecer por el azar entre las unidades por su antigüedad en la zona, siguieron boquiabiertos gran parte del programa. Unos estaban impactados por las imágenes duras que inundan su trabajo cotidiano, como si éste ya les pareciera ajeno; otros, simplemente en espera de salir por la televisión, como si fueran el público de Un, dos, tres.

"Llevamos aquí una hora y todavía no nos hemos visto en la pantalla", exclama divertido un soldado de Cádiz con la chanza asegurada por parte de los demás compañeros. Estamos en uno de los aparentes descansos que existen en el programa, esos que sirven para meter los reportajes enlatados, esos que se suelen llamar de impacto.

Vaivén de técnicos

Todos los soldados miran absortos, sorprendidos, el vaivén de técnicos, peluqueros o maquilladores que van de un lado a -otro en busca de un descoloque. Viven hinoptizados en el espectáculo. Por la magia de asistir simultáneamente como participantes callados a un directo en el plató y como espectadores del mismo a través de un monitor gigante de 38 pulgadas.Cuando el coronel Luis Carvajal, jefe de la Agrupación Madrid, desgrana pausadamente, sin salirse un solo milímetro del guión oficial marcado por las Naciones Unidas, las explicaciones sobre el objetivo humanitario de la misión, los soldados, agolpados detrás de la improvisada grada, compuesta por mesas de comer vacías, se desatan en murmullos de desaprobación. Hay hartura en sus caras.

Cerca de las 11.10 de la noche, cuando el programa de Paco Lobatón entra en su última fase, un grupillo de soldados empieza a mostrar ya los primeros síntomas de cansancio: hablan en voz alta ante los siseos crecientes por parte del productor.

Los descansos nacidos de los reportajes de impacto son ya algabaría. Más allá, cerca de las cocinas, cerradas ya a cal y canto tras la cena de gala en honor de la Defensora del Pueblo en funciones, Margarita Retuerto, de visita en la base, otros soldados toman fotos de sí mismos con la instamatik sin parar. Es como si no estuvieran acostumbrados a ser protagonistas.

Cuando la madre de uno de los soldados les envía desde España una felicitación de Navidad, el plató estalla en aplausos y gritos. Es una bocanada de libertad tras tanto siseo del productor. Por chillar, chilla hasta un soldado extranjero con cara de malaisio, esos que van a relevar al batallón de Jablanica, que no habla ni una palabra de castellano. Y es que la emoción no conoce fronteras.

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