Libertad
Como ocurre con la justicia y otros conceptos abstractos que creemos entender, la libertad se resiste a las definiciones. Es imprescindible, por supuesto. Es muy hermosa vista de lejos, en especial cuando se carece de ella. Puesta en práctica y desde cerca, tiene sus pegas. Eso ocurre con todos los ideales humanos: funcionan mejor cuando son una meta.
El libre mercado, también llamado capitalismo, ofrece muy buenas posibilidades para observar con detalle las verrugas de la libertad: en último extremo, la libertad del fuerte es opresión para el débil, igual que la libertad del lobo consiste en matar ovejas. El caso de Susan Boyle, la señora poco agraciada y con bonita voz que se hizo célebre en Britain's Got Talent (qué bien manipulada estuvo la reacción del público en su primera intervención, y qué buena fue la campaña publicitaria), constituye un paradigma de la libertad concreta en un caso concreto. Boyle padece problemas de aprendizaje y de conducta (falta de oxígeno al nacer, parece), pero quería ver reconocido su talento como cantante y acudió al programa televisivo. ¿Aspiraba a la fama? Pues se ha dado un atracón. En la final, a la que llegó ya muy frágil y agobiada por la presión de la prensa y el público, Boyle quedó segunda. Fue amable con los vencedores. Luego, entre bastidores, reventó. Un médico decidió internarla en una clínica psiquiátrica.
¿Culpa del programa? No, el programa ejerce su libertad para ganar dinero exhibiendo personas que (libremente) muestran lo mejor y lo peor de sí mismas. ¿Culpa de la audiencia? No, la audiencia ejerce la libertad que le permite divertirse con el concursante o a costa del concursante. En ciertas especialidades del negocio televisivo, el productor, el concursante y el espectador saben muy bien que disfrutan de plena libertad para degradarse, y la ejercen a fondo.
El resultado suele ser feo. A veces, como en este caso, muy feo: y da un exitazo de audiencia. Cosas de la libertad.