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No hay nada que les guste más a las teles que un éxito deportivo. Ahí logran transmitir la imagen del triunfo sin ambigüedades, sin turbiedad, sin mancha. Y, en consecuencia, no hay nada que le guste más a un político que asociarse a un triunfo deportivo, que subirse a esa ola. Carlos Sainz ha ganado el Rally Dakar, que se sigue llamando así aunque haya cambiado de continente y recorrido, igual que la Puerta del Sol no cambia de nombre por las noches. La vuelta a casa del piloto propició uno de esos instantes felices que toda tele anhela y que todo político desea capitalizar.
En los informativos pudimos ver a Carlos Sainz agasajado por las autoridades madrileñas. ¿O era el deportista el que les agasajaba a ellas? El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, le entregó una placa y se retrató con él, adelantándose por minutos en la cronoescalada a la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, que también elogió al deportista y lo consideró un ejemplo para los madrileños: ¿Quería sugerir que a veces conducir por la capital requiere la pericia de un profesional del bache, la zanja y el desvío provisional?
Carlos Sainz tenía cara de cansado y su mono deportivo lleno de logotipos de patrocinadores parecía más bien un pijama. Sus ojos con párpados de plomo delataban las ganas de terminar con la pamema y meterse en la cama a recuperar las horas de sueño. Por suerte, el Rey, Zapatero y la Virgen de la Almudena no requirieron foto urgente. Pero Gallardón y Aguirre sí. Resulta curiosa su precipitación por mostrar a los medios la empatía con el triunfador. El primero no acepta preguntas de los periodistas en sus comparecencias de prensa semanales. La segunda es la campeona de concesiones de licencias de emisión a dedo y últimamente ha señalado cualquier atisbo de humor o inteligencia crítica en los medios como razón que impulsa a la violencia, sin recapacitar en que el sectarismo y la intolerancia a la sátira son la más eficaz llamada del poder al enfrentamiento. Gallardón ganó su particular rally con Aguirre, pero hay más etapas. Cada vez la competencia entre ambos líderes tiene menos de deportiva y más de dibujo animado. ¿O no son ya algo así como Correcaminos y el Coyote?
