Nessun dorma!
Pep Guardiola no pensó en Berlusconi cuando eligió Nessun dorma!, de Puccini, para despertar a sus jugadores. El público atronó en las gradas, Zapatero se expuso a pasar a la historia como el Pertini de este episodio del fútbol, y Berlusconi siguió durmiendo. Un poeta español dijo una vez: "No se hicieron las margaritas para los tafetanes". Es el caso.
El periodista Ricardo Bada envió ayer a sus amigos una anécdota del fútbol norteamericano. El entrenador del Notre Dame, Knute Rockne, un tipo temible, entró furioso en el vestuario, al descanso, y en medio del pavor de las caras de los chicos bramó: "¡Vamos, chicas!".
Guardiola es culto, un hombre sutil, y les puso a sus jugadores, para animarles, el vídeo de Gladiator, con aquella fabulosa melodía, que en la versión de Pavarotti parece que despertará a Dios.
Pero no despertó a Berlusconi. El primer ministro italiano descabezó varios sueños durante la famosa final; resultó tan espectacular ese trasunto del ronquido que emitían las cámaras que alguna mano diplomática apartó de las televisiones el rostro de Sua Emittenza. Acaso la mano diplomática quería evitar al mundo la suposición de que Berlusconi dormía porque la compañía del Rey de España y de Zapatero no eran capaces de generarle la alegría de otras parrandas.
Ahora se sabe que el sueño de Berlusconi es de hierro, como su imagen, que no se deteriora ni con maquillaje. Es, por decirlo en italiano, un facciatosta, que en castellano significa, más duramente, caradura. Tiene mucha ayuda para mantenerse enhiesto incluso durmiendo. Ahora se sabe que una de sus editoriales le dijo a Saramago que se fuera con un libro suyo a otra parte porque el Nobel portugués llama delincuente al premier italiano. Pudo haberle llamado facciatosta. O podía haberle gritado Nessun dorma!, como Guardiola (o Pavarotti) a sus futbolistas. O podía haberle leído el cuento del dinosaurio de Monterroso. Berlusconi hubiera seguido durmiendo.