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Pantallas
Columna
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PISTAS

David Trueba

De entre las principales pistas que hay que entresacar sobre los proyectos televisivos del Partido Popular cuando alcance el poder nacional, no está de más detenerse en los últimos nombramientos de directivos en televisiones autonómicas bajo su batuta. El rescate para redirigir Telemadrid de José Antonio Sánchez, directivo principal de TVE en las jornadas de los atentados del 11-M, puede ser una señal de que el banquillo conservador no ofrece mucha renovación. Más bien el reparto de pasteles suena que va a premiar a los mismos golosos. Siempre es importante el grado de experiencia adquirido, pero aún lo es más transmitir una sensación de progreso y renovación. Es hora de afianzar el intento por poner en marcha algo parecido a un servicio público ajeno al partidismo.

Cuando Dolores de Cospedal puso sobre el tapete su denuncia del sectarismo de la televisión pública nacional, que bajo el Gobierno socialista ha obtenido por primera vez un estatuto de independencia y de sometimiento al Congreso más que al partido gobernante, ya sospechamos que se trataba de un retorcer la verdad para contarnos que los avances logrados no iban a ser prolongados ni aumentados por los populares. Sería terrible que los tímidos avances por convertirnos en un país democrático normal fueran cercenados para volver a tiempos peores. Pero el nombramiento de Ignacio Villa para dirigir la televisión castellanomanchega también apunta a que las fidelidades ciegas son más importantes que los espíritus reformadores. La rencilla se protege más que la mirada abierta.

Es curioso que los populares insistan en que su proyecto, y más en tiempos de crisis, consiste en privatizar los canales autonómicos. Pasado un tiempo de choque prudencial, el proceso de venta se paraliza, el canal se infrautiliza y el resultado final es una especie de limbo interesado donde ni se hace televisión ni se permite el aire plural. Es decir, se denuncian las carencias al tiempo que se colabora en aumentarlas. Los perdedores somos los ciudadanos, que pagamos las facturas, pero no disfrutamos de servicios razonables. Sería bueno presentar un plan global y de país diseñado para ser cumplido. Y no olvidarnos de mirar a las carencias que aún nos ruborizan cuando echamos un ojo a la moral de servicio público de los canales franceses, ingleses o alemanes.

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