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Columna
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Parados

Carlos Boyero

Es transparente que las nuevas cifras sobre el personal que ya no tiene que madrugar ni maldecir a los jefes ni angustiar a las personas más cercanas repitiéndoles incansablemente que el trabajo le está matando, constituye una falacia. Excepto el PP y su estratégica amortización del apocalipsis en el que viven cinco millones de parados (Aznar y sus huestes llegarían al orgasmo si aumentara a diez), nadie puede creer que haya tantas personas bordeando o inmersas en la desesperación, en la certidumbre de que cuando se acaben los ahorros llegará el hambre. Si eso fuera cierto, lo normal sería que dedicaran toda su imaginación y su coraje a atracar bancos, quemar el Parlamento, dar el palo en la calle a todos lo que tenemos mediana pinta de instalados. Se la sudaría la azulada boda de un rubito y una morena, sus luminosos invitados, el destino, no ya de la monarquía inglesa, sino de todos los elegidos por el cielo para vivir como dioses a perpetuidad en la tierra, las pamelas y el boato, actuar como embobados mirones en una fiesta en la que no se les ha perdido nada.

Tampoco provocaría su enamorado insomnio un siniestro agitador de masas en exclusivo beneficio propio llamado Mourinho, empeñado, además de ejercer ancestral y modélicamente el legítimo mercenariado, en labores tan espirituales como devolver el alma y el orgullo a su acorralado Real Madrid, siempre perseguido por el poder. De acuerdo en que el pueblo necesita opio, pero solo a condición de que también le permitan ganarse el pan.

Si normalmente hacer zapping supone un ejercicio masoquista o resignarse ante la desolación, la jornada del viernes es tan monotemática como enloquecedora. No solo en la televisión, sino también en la radio y en la mayoría de los periódicos. O si escuchas el fatigoso murmullo de la calle. Imagino que Internet, ese paraíso en el que al parecer encuentras todos los modelos de sabiduría y de entretenimiento, igualmente ha dedicado su exclusivo amor a la boda de los principitos. No está claro que Robinson Crusoe fuera tan infeliz en su isla.

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