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Columna
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Recuerdo

David Trueba

El lunes se cumplían 50 años de la muerte en accidente de coche del escritor Albert Camus y nadie esperaba que las televisiones españolas le dedicaran un fragmento significativo. Aquí lo que conmemoramos con puntualidad es por ejemplo cuando se le salió la teta a Sabrina en un especial de Nochevieja; hasta puede que sea cierto que dejara más impronta en nuestros cerebros que cualquier pensador destacado. Los franceses, que para esto son muy particulares, le han dedicado al escritor de origen argelino nada menos que una miniserie y dos documentales. Pudimos agarrar el que la cadena francoalemana ARTE preparó a partir de la biografía de Oliver Todd, que aparecía en el mismo, así como alguna de sus amantes más jóvenes. Porque entre otras cosas Camus se murió manteniendo intensas relaciones, además de con su mujer que padecía problemas psicológicos, con musas puntuales que encontraba en cafés literarios o con la actriz María Casares, que fue una especie de viuda no reconocida. Pero la peripecia sentimental de este hombre, al que hoy los patrocinadores publicitarios e incluso el jurado del Nobel le retirarían las distinciones por conducta impropia, no son lo más relevante del personaje.

En el documental Camus explicaba cómo su moral nacía de dos grandes aficiones: el teatro y el fútbol. A ambas tareas colectivas las elevaba a la categoría de universidad personal, porque le habían enseñado los valores del esfuerzo compartido y el sentimiento de pertenencia. Cada uno se fabrica su propia universidad como cada uno se fabrica su propia tradición. Lo que tendría que convertir a Camus en un personaje de recuerdo obligado en nuestros días es la sabiduría para sacrificar lo intocable de las banderas y las ideologías por la importancia de las personas. En una época segada en barricadas, él se atrevió a denunciar lo que a derecha y a izquierda había de sectario y criminal. Ahora que ya no existen los intelectuales, pero que hay tantas personas cuya voz se escucha, es influyente y modela los comportamientos ajenos, Camus se alza como un ejemplo que no debería alejarse demasiado de las mesillas. Sobre todo cuando afirmaba que el compromiso reposa sobre dos principios: la búsqueda de la verdad y la libertad. Nos quedamos con la teta de Sabrina, da menos disgustos.

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