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Columna
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Sano humor cruel

David Trueba

Lástima que la película de Ricky Gervais Increíble, pero falso, no merezca en España ni una copia subtitulada. Cada vez se le exige menos a una oferta que languidece, alejándose de la vocación universal de la cartelera de París. En la nuestra caben más de 800 copias de Avatar, pero ganadoras de Cannes o Berlín tardan un año en estrenarse si es que lo hacen. La serie Extras, escrita y protagonizada por Gervais, sigue pasando en canales de pago. Son dos temporadas donde Gervais recrea con cómica crueldad la vida de un figurante que pone en pie una penosa telecomedia. En cada capítulo, un actor conocido se interpreta a sí mismo cargando el acento en su demencia, su miseria o sus malas pulgas. El primero, donde Kate Winslet encadena obscenidades vestida de monja, o en el que Ben Stiller se retrata como un imbécil histérico, son delicias que demuestran que el sentido del humor es terapéutico.

Después del éxito de The office, Gervais logró que sus siguientes productos, siempre afilados, cínicos y salvajemente incorrectos, fueran producidos en entente envidiable por la BBC y la HBO, es decir, abrir en dos el Atlántico para cruzarlo a pie del humor inglés. Para ellos va a crear, tras Extras, la serie La vida es demasiado corta, protagonizada por el estupendo actor enano Warwik Davis. Pero Gervais no es el único que pasa de la tele al cine con asiduidad. Tina Fey y Steve Carrell son un matrimonio en crisis en Noche loca, que hubiera requerido al Scorsese de Afterhours en lugar de la deprimente torpeza y falta de ambición con que está rodada. Ella es la cómica del momento, interpreta a Sarah Palin en el Saturday night live y tiene serie propia: Rockefeller Plaza. Él protagoniza desde hace seis años la versión norteamericana de The office. Ambos provienen de la compañía teatral de Chicago Second City, de donde salieron entre otros Bill Murray, John Belushi, Dan Aykroyd, Elaine May, Mike Nichols o Mike Myers, grandes comediantes. En la sala de Chicago ahora hay en cartelera un título prometedor Russ Limbaugh el musical, que es algo así como si en la Gran Vía madrileña pudiéramos ver Jiménez Losantos no se puede levantar.

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