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Columna
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Sopa de piedra

David Trueba

Los medios de comunicación funcionan como la cocina de la política. En el fogón de la pantalla o de la prensa, se preparan los platos que luego tendremos que tragar. Requiere habilidad, porque ahí es donde los platos se enfrían, se queman o salen al punto. Sin ir más lejos, el asunto de la tregua de ETA ha pasado por los microondas mediáticos en estos días y la conclusión es que aún está un poco crudo. Habrá que darle vuelta y vuelta.

Los medios dejan listo para el consumo masivo hasta sopas de piedras. El ministro Moratinos rescató a un ciudadano suizo encarcelado en Libia como venganza por la detención de un hijo de Gadaffi en aquel país, y lo aceptamos asumiendo que el líder libio, en su día enemigo público número uno, hoy es gobernante amigo. Seguimos masticando, en cambio, la furtiva resistencia de Bin Laden, que hizo el camino inverso. Como otros países, España tiene a dos cooperantes en manos de ese cruce entre guerrilla integrista y narcotráfico y permitimos que la negociación se cocine a fuego lento, porque nos va en ello la vida de dos compatriotas.

Hace poco los conservadores españoles ponían el grito en el cielo cada vez que España defendía una posición negociadora con Cuba y clamaban por endurecer el bloqueo contra la dictadura castrista. Incluso, especialmente servido para los medios, algunos dirigentes del partido visitaron la isla para ser detenidos en el aeropuerto en algo así como un tentempié televisado. Ahora, las negociaciones las lleva la Iglesia católica y el plato se puede comer con cucharadas silenciosas, facilitando con ello la salida de prisión de varios disidentes cubanos.

Jesús Eguiguren, presidente de los socialistas vascos, metió el dedo el otro día en el puchero mediático de la legalización de los partidos abertzales. El guiso estaba tan caliente que casi se abrasa el dedo, pero todo el mundo sabe que llegado el momento el caldo alcanzará el punto perfecto. Lo que hoy parece una sopa de piedras, se masticará como un puré. Los medios administrarán el fuego en función de intereses variados. Sentados a la mesa sólo esperamos que llegue el día en que podamos comer en paz.

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