Sumisión

España es un país que a menudo sobreactúa su antiamericanismo, colocando una distancia clínica con lo que considera el imperio y adoptando un discurso crítico, distante, que resulta ser una impostura vergonzante cuando estudiamos el grado de sumisión a la cultura, industrias y costumbres dominantes. El último ejemplo nos llega en televisión. Ya calientan los motores del gusto, anunciando la llegada de la serie del año en la televisión norteamericana. Se llama The killing y viene empaquetada por el canal AMC. Por supuesto, consumiremos el producto sin rechistar porque es bueno y llega por el conducto reglamentario, y nos rendiremos al talento de su protagonista, Mireille Enos, sin jamás llegar a conocer a la protagonista original, Sofie Grabol.
Pero The killing sigue con calco a su versión original, la serie danesa Forbrydelsen, que en 2007 fue un éxito de tal calibre que aterrizó años después, subtitulada, en la BBC. Su primera temporada se componía de 20 capítulos de una hora. Cada capítulo corresponde a un día correlativo en la investigación del asesinato y violación de una joven. Para nada una rutina excéntrica como la de Twin Peaks, sino un clasicismo nocturno de pesquisas y falsos culpables. La trama profundiza en la estructura familiar de la chica, la carrera política de un candidato a la alcaldía de Copenhagen, dado que el cadáver aparece en uno de sus coches de campaña; y en la mujer policía que se hace cargo de la investigación en lo que iba a ser su último día de trabajo antes de mudarse a Suecia.
Cada episodio apunta hacia un sospechoso y origina consecuencias imprevisibles, donde se analizan las derivas mediáticas, policiales, políticas y morales de una sociedad, la nuestra, mucho más frágil de lo que a menudo nos parece. Lo sano sería haber disfrutado en algún canal de la versión original, para bien pronto someter a escrutinio el remake. Por suerte la BBC ha editado un DVD y es bien complicado no descubrirse enganchado al proceso de investigación de Sarah Lund sobre la muerte de Nanna Birk Larsen. La deuda de fidelidad de la versión norteamericana es tal que allí la víctima se llama Rosie Larsen, pero para llegar a una Europa sumisa, siempre es imprescindible pasar por Seattle.
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