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Columna
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Temblor

Carlos Boyero

La voz es biológica, costumbrista y culturalmente gangosa. No hay esfuerzo ni pose al expresar sus vigorosas convicciones a través de la nariz, con sonrisa luminosa y expresión de orgasmo cada vez que anuncia que en este moribundo país han ingresado en la nómina del paro otro medio millón de desdichados, constatando en distanciado plano medio y en concienciado e intenso primer plano la indignación que siente la buena gente de derechas ante la política de ese Hamlet medio estúpido (¿a alguien que esté sufriendo la angustia de si yo, él o ella se quedan en paro, si esos hijos para los que buscaron un porvenir van a ser eternos parásitos les interesa si Zapatero se presenta o se retira?) que sobreviven comiendo caliente gracias al heroico colchón que les proporciona su familia.

La dama de la que hablo se llama Ana Samboal. Tiene el atrevimiento surrealista de denominar a su asqueroso panfleto como algo informativo. No tiene pinta de conversa, sino de haber mamado desde siempre las consignas que impone su jefa, esa cosa grimosa llamada Esperanza Aguirre. También recita sin el menor pudor, con acento ardoroso, el patético boletín oficial. Lo hace mucho mejor que ese tambaleante, histérico, inenarrable, grotesco compañero, llamado Hermann Tertsch; una caricatura excesiva del nazi enloquecido que no tuvo más remedio en su filosófica existencia que acabar en agradecida nómina de ese cutrerío fachoso del que su pensamiento liberal tanto abominaba, pero que finalmente encontró la luz redentora. Y admito que entre los corresponsales de TVE hay abundancia de idiotas cuya capacidad expresiva se mueve entre lo ágrafo y lo analfabeto, todo ellos imagino en posesión de carné sociata, gente ante la que te planteas por qué no siembran patatas en su agradecido pueblo en vez de ser analistas de la rabiosa actualidad.

Y te planteas, a pesar de la mediocridad actual, lo que puede caernos con el inminente triunfo de los dragones, del facherío casposo de siempre. No de esa derecha que parece instruida, educada, con modales, la de Sarzoky, Merkel, PNV, Convergencia, sino de las bestias de toda la vida. Alimentadas, como no, por pensadores de la extrema izquierda que descubrieron lo bien que podían vivir en una derecha huérfana de argumentos, iletrada, que paga muy bien.

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