El cielo
De pronto, la ficción de la tele ofrece el rostro de lo que ocurre y es terrible. El fanatismo tiene los ojos inyectados en el odio que halla en la muerte, la propia, la ajena, su justificación más innoble. Miraba en la tele Cometas en el cielo, la película de Marc Foster que ofreció Canal + anteanoche, y me preguntaba si hay un símbolo mayor que la mirada para significar el odio, y esa película era sobre el odio en Afganistán. Y no, no hay símbolo mayor que la mirada para mostrar odio. Por eso, el ojo es al fin la metáfora de los dioses y de los diablos.
En esa película, que ha venido a ser como la crónica de la mirada perversa del talibán que odia, hay una escena que ayer se reprodujo en mi memoria cuando las noticias escenificaron la muerte múltiple como justificación de la barbarie fanática.
Un talibán turbio, vestido de blanco, impoluto, agrede de manera aviesa a un hombre que quiere rescatar de sus garras a un sobrino suyo al que obligan a bailar para quitarle la memoria. Se podrá llevar al niño a ese odioso país, América, le dice el talibán, "pero eso tendrá un precio". El talibán sube el volumen de la música para acallar los golpes brutales con los que ensangrienta al traidor, que además fue su amigo. El niño asiste asustado a la masacre hasta que su mirada dice basta, saca una onda del bolsillo, y la ajusta una piedra, y como un David que se defiende ante un Goliat perverso, dispara precisamente al ojo del talibán blanco, que se retuerce de dolor mientras la música sube para acallar sus propios gritos.
En la película, el niño huye arrastrando a su tío. Las últimas imágenes lo sitúan en un campo idílico de Estados Unidos, el chico aprende a volar cometas. Atrás quedó una ruina arruinada aún más por el odio. En ese cielo inverso ayer hubo aún más sangre. Y se ve muy lejos el día en que allí vuelen cometas en lugar de bombas. Triste destino el del odio, jamás servirá para volar cometas.
La película es ficción. La metáfora está ahí, como un agujero negro. Cada vez que las noticias se refieren a las metáforas tiembla de estupor el niño que espera no tener jamás que usar una onda para recuperar la ansiedad de vivir jugando.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
Últimas noticias
¿Cuál es el futuro de la cooperación al desarrollo?
‘Rondallas’: la película española que aspira a emocionar a todo el público con la solidaridad y la tradición de las bandas gallegas
Cataluña retira la custodia de un recién nacido a una mujer víctima de violencia machista
Nostalgia de la juerga loca
Lo más visto
- La Audiencia Nacional avala la decisión de Robles de retirar el nombre de Franco a una bandera de la Legión
- Trump anuncia la destrucción de una instalación de producción de drogas en Venezuela
- Rusia amenaza con romper las negociaciones tras acusar a Ucrania de atacar una residencia de Putin
- Alain Aspect, Nobel de Física: “Einstein era tan inteligente que habría tenido que reconocer el entrelazamiento cuántico”
- Recuperado el cadáver de la niña de la familia española desaparecida tras un naufragio en Indonesia




























































