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Columna
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Sus cojones

La expresión admirativa y coloquial "mamma mía" suele tener mucha gracia en boca de Totó, Sordi, Manfredi, Mastroianni y demás genios de la tragicomedia italiana. También la emplea frecuentemente ese golfo excesivo, siniestro y temible que incomprensiblemente (sería desolador constatar que su jefatura tiene lógica, que responde al deseo y al raciocinio de la gran mayoría de sus paisanos) dirige Italia. Después de recordar a su madre, Berlusconi declara en su discurso autopromocional que la gente sabe que él es un presidente "con dos cojones".

¿Qué atributos terrenales o qué poder divino implica estar en posesión de órganos tan preciados? Y si sólo dispusiera de uno, ¿cómo le afectaría esta carencia al bienestar de la patria? Es muy osado presuponer que un gran político necesita forzosamente que la naturaleza le haya otorgado dos testículos, a no ser que esto otorgue dones milagrosos. Alguna vez he oído que Napoleón y Hitler eran ciclanes (aclaro el significado de definición tan exótica: dueños de un huevo) y estuvieron a punto de conquistar el universo o de cargárselo definitivamente. Pero dudo mucho que su vocación depredadora naciera de ese desajuste hormonal. ¿Y qué destino atroz le esperaría a Italia según la certidumbre berlusconiana si estuviera gobernada por alguien que sólo tuviera ovarios, o que le hubieran ligado las trompas, o que le hubieran extirpado los genitales? ¿Y si los democráticos votos le hubieran concedido la tutela de la República a un eunuco de nacimiento?

Como ritual tabernario y demente, la autoafirmación del borracho balbuceante en el sagrado poder que representan sus cojones puede alcanzar patética hilaridad, a condición de que no vaya acompañada de violencia. Pero que ése sea el supremo argumento de un jefe de Estado para justificar su mandato no tiene ni puta gracia, es peor que obsceno, es el grotesco razonamiento de un nazi populista.

Dos enchironados jefes de la Mafia han desmentido las revelaciones de un arrepentido colega en las que aseguraba que el estadista de los dos cojones había hecho negocios con ellos. Que para nada, que nunca han hablado con il Cavaliere. Otra retorcida calumnia del rojerío, según el transparente Berlusconi. Seguro que Caín se cargó a Abel porque sentía envidia de sus genitales.

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