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Columna
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Los lobos se relamen

Carlos Boyero

Veo reportajes en la tele sobre la ilegalización del pecador tabaco que han propiciado los que ambientan sus negocios con otra clase de humos. Son el poder. Qué grima me provocan esas dadaistas representaciones de la izquierda como los Blanco, Pajín, Sinde, Jiménez, progresistas de manual, tan previsibles, tan concienciados, tan retóricos, tan estúpidos, apelando con criterio humanista a que los higiénicos chotas y los conversos denuncien a los enfisémicos que transgreden el decreto, a los que se empeñan en destruirse agrediendo a los indefensos en esa cosa tan satanizable de fumar.

Y sabes que de este cambio de políticos en la democracia española (gracias Obama, por parecerte a Gary Cooper, casi solo ante el peligro, por tu voz, por tu presencia, por tu imagen creíble, estética, ética, y unas ofertas tan racionales en un oficio ancestralmente corrupto, poblado mayoritariamente por impostores, cínicos, mediocres o trepas con los que el ciudadano medio no compartiría ni un café) los bobos serán reemplazados por los lobos de siempre, por esa repulsiva derecha que solo espera el desgaste de los idiotas con causa, en la convicción de que les votaran los que van a misa todos los domingos, inmunes al hedor que desprende el partido de su alma, convencidos de que Dios escribe con renglones torcidos, pero que la ley y el orden siempre han triunfado cuando las administra la derecha.

Ofrecen encuestas que ratifican el triunfo de los apocalípticos, los que solo tuvieron que acariciar sus genitales sabiendo que la crisis se iba a ensañar con los que manejaban el pastel. Y todo da asco. Y los pobres gimen y lloran. Y los aceptablemente instalados seguiremos devorando marisco y vinos de reserva mientras que temblamos ante la incertidumbre de nuestro futuro. Y los ricos de siempre, ni siquiera haciendo teatro, seguros de que sus marionetas, conservadoras, centristas, socialdemócratas, o revolucionarias jamás le van a dar un susto, que todos saben interpretar su papel en el eterno simulacro.

Cuentan que hay muchos muertos en las protestas de gente joven y acorralada en Túnez y Argelia, convencida de que en su caso hablar de presente y de futuro es un chiste macabro. Les etiquetan de radicales, fundamentalistas, marginales, carne de subversión. Yo, que soy un privilegiado, también entendería que ardieran las calles, que saquearan mi casa. Pero estaría con un bazoka en la puerta.

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