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Columna
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La monda

David Trueba

Los medios han gozado con la publicación de los apuntes personales de George W. Bush. Una lectura rápida de su Decision points ha generado titulares tan golosos como los que causaría leer la correspondencia privada de Bob Esponja. Todos han destacado que llamaba visionario a nuestro presidente Aznar y que escribió una notita personal a su padre, y predecesor, con la frase: "Papá, voy a aplastar Irak". Es decir, de nuevo la impresión de que nos hallamos ante un bobo inconmensurable, que con el lucrativo negocio del corta y pega editorial sumará un buen pellizco de millones a su retiro. Por qué tanto miedo a reconocer que nos encontramos ante uno de los mandatarios más coherentes y abnegados de su generación. De nuevo la inclinación por la superioridad frente a la exigencia de responsabilidades. No es una broma ni un episodio de Tom y Jerry interpretado por gobernantes mundiales, es ni más ni menos que una persona elegida para dos mandatos presidenciales que aceptó la tortura como un método de uso para luchar contra el terrorismo. Y hasta ahí sería un problema moral o un asunto de reflexión interna en los Estados Unidos, pero, como insiste en señalar Amnistía Internacional, es posible que los cómplices necesarios aún no hayan escrito su carta al padre ni sus confesiones literarias en pasta dura.

Fueron periodistas de El Diario de Mallorca quienes establecieron los primeros contactos entre los vuelos de la CIA y las responsabilidades españolas. Publicaron un libro, CIA Airlines, que pedía a gritos una tv movie, si las tv movies no hubieran decidido apostar por el color amable y el biopic indoloro. Supimos que muy posiblemente en nuestros aeropuertos, entre 2004 y 2005, recalaban aviones con pasaje identificado con nombres falsos y donde presuntamente tenían lugar traslados forzosos y obtención de información por medio de torturas. Los episodios que conocemos hasta ese momento narrados por secuestrados que sobrevivieron al maltrato y las vejaciones no tienen mucho que ver con gracietas ni bromas de programa relajado. Tienen que ver con impunidad y atentado a los derechos humanos. No es la monda, no. Si quitamos las risas al libro de Bush quizá nos quede un relato de terror gótico con algunos destacados escenarios españoles que promocionar turísticamente.

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