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Columna
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El reparto

David Trueba

Hablar de televisión es hablar de dinero. Mucha gente se engaña por esa apariencia de gratuidad. Como si los televisores vomitaran imágenes porque no tienen otra cosa mejor que hacer. Mírame, parecen gritarnos, que es gratis. Pero nuestra mirada transforma en dinero las imágenes, en un proceso de conversión casi mágico. En contrapartida, la televisión ha ayudado a establecer el dinero como el valor absoluto de la sociedad. En televisión se cobra más en función de la audiencia que se obtiene. Así la vista, aunque sea distraída o superficial, señala el producto elegido. Cuando alguien se entera de que tertulianos de programas de cotilleo puedan ganar un millón de euros anuales o invitados que despanzurran su intimidad en el impoluto plató se embolsan una cifra desorbitada, no cae en la cuenta de que ellos mismos, con sus elecciones e intereses, fomentan el negocio en directa colaboración con los ejecutivos televisivos que seleccionan aquello que quieren que sea importante.

El fútbol es un ejemplo perfecto. Objeto televisivo de lujo, provoca el magnetismo de los espectadores. No fallan nunca. Barcelona y Real Madrid ingresan más del 40% de sus enormes presupuestos por derechos televisivos y ese pellizco ayuda a convertirlos en los clubes más ricos del mundo. En estos días se intenta desatascar las negociaciones para el futuro reparto de los derechos en España. Consideran que negociando en conjunto sacarán más dinero, pero el bloque tiene que aceptar la jerarquía de los equipos y algunos se resisten, quieren igualdad en un mundo donde lo colectivo vive horas bajas. La competición va a resentirse poco a poco, dos equipos se distanciarán del resto hasta terminar jugando una competición propia. Los demás se disputarán el tercer puesto. Pero esa hipertrofia garantiza también que nuestros dos equipos sean líderes mundiales y generen interés en pantallas de todos los rincones, es decir, dinero.

La Liga no solo está patrocinada por un banco, es la expresión deportiva del capitalismo reinante. El mercado no rige nada con delicadeza, tampoco el fútbol. Lo hace imponiendo su ley: fortalece al fuerte y debilita al débil. Al triunfar en televisión, Messi y Cristiano Ronaldo son las estrellas de esa rentable ficción. Los actores de reparto, como siempre, cobrarán menos y a ratos robarán una escena.

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