Una serie francesa recrea los dramas en la Bolsa

Algunas tribus indias tenían la costumbre de arrancar el cuero cabelludo -el scalp- a sus víctimas y exhibirlo luego como trofeo que probaba la valentía del combatiente. Parece que en la Bolsa también se habla de scalps cuando se consigue arruinar a un operador o una sociedad rival. Los telespectadores franceses de Canal + hace dos semanas que han podido descubrirlo gracias a una serie en ocho episodios titulada, precisamente, Scalp.

Transcurre en el mundo de la Bolsa. La de París, claro. La protagonista es una chica, Alex, interpretada por la filiforme Laure Marsac. La pobre Alex es una bióloga casada con Phillipe, un trader, un tipo que trabaja en la Bolsa, en el parqué, que compra y vende, que cada día maneja miles de millones que no son suyos. Mientras ella mira por el microscopio, él se embarca en operaciones especulativas cada vez más ambiciosas, compra un gran yate desfiscalizado en un paraíso fiscal y consume kilos de cocaína. Estamos a finales de la década de los noventa, y la burbuja de Internet permite pensar que somos más ricos que ayer pero menos que mañana.

El primer episodio acaba con el suicidio de Phillipe. Se lanza al vacío desde el techo de la Bolsa. Ha descubierto que todo el dinero que manejaba se había convertido en aire. Que el barco que compraba era un espejismo. Que lo único real eran las deudas contraídas. Alex hereda la ruina. Y las deudas, claro. Para pagarlas sólo se le ofrecen dos caminos: seguir trabajando como investigadora los próximos cuatrocientos diecisiete años aportando su sueldo al fisco y a los acreedores o convertirse a su vez en una figura de la Bolsa.

Scalp, escrita y realizada por Xavier Durringer, se inspira en la realidad. Jérôme Kerviel, el operador que trabajaba para la Societé Générale, es un personaje real que se diría salido de esa ficción televisiva. Viendo Scalp se aprenden todos los detalles del día a día de la Bolsa. Cómo se ponen las manos y los brazos para decir "compro" o "vendo". Todo va muy deprisa en medio de un gran griterío. Pero, sobre todo, se comprende cómo funciona un sistema económico dominado por la especulación financiera y corriendo hacia el abismo.