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Cosa de dos
Columna
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'Al vent'

Andreotti, il divo que aún anda por ahí, contempló los navajazos de la política española y le dijo a Areilza, su amigo, que a este país le faltaba finura. Se lo decía él, que se malgastó en la suciedad de la diplomacia del chantaje. Pero tenía razón, manca finezza. Es un país en el que la grosería encanta, por eso la audiencia sube cuando se insultan los tertulianos. Si enchufaran poemas, la audiencia se iría del todo, o no, vaya usted a saber. A lo mejor la gente ya se cansó de la grosería y si viene otra forma de conversación la gente quizá se enganche a esa rareza.

Esta iniciativa del lehendakari Patxi López de comenzar a cumplir su cargo al frente del Gobierno vasco (anoche le vimos en mangas de camisa en Informe semanal, TVE) leyendo poemas es una novedad importante en la búsqueda de la grandeza. La grandeza está en los arbustos, no está en las solemnidades. Cantaba el argentino Horacio Guaraní: "El día en que los hombres sean libres la política será una canción". Es posible que Patxi López quiera conjurar lo que ha pasado, aunque como material para seguir sólo tiene la esperanza.

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Hace 50 años Raimon cantaba una canción muy simple, casi un rasgueo, Al vent, y el sonido bastó para que una sociedad que quería aire empezara a sentir que podía respirar de otro modo. Oponerse entonces era engrandecerse; no se pueden medir los hombres con la mezquindad, ni con el chantaje, sino con la grandeza. O con la poesía.

A la televisión le faltan poemas; hubo una época rara de TVE cuando los telediarios terminaban con versos; recuerdo al poeta Manuel Padorno recitar entre la nieve, y aún estaba Franco. Después Felipe Mellizo, Pedro Altares, Fernando Delgado y Luis Carandell introdujeron la poesía para despedirse, y hubo una época en la que Alfredo Urdaci colocó los libros como una forma de ilustrar la despedida. Los poemas de Patxi quedan ahora como una metáfora. Podrían repetirlos en los telediarios, y este país de tanta falta de finura alcanzaría algún pico de grandeza.

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