'La vida alrededor', una ubre ordeñada

El éxito inesperado de La vida por delante, en la que Fernando Fernán Gómez supo envolver en papel rosa materia negra, dio pie a una segunda parte de la historia, rodada bajo la presión de la urgencia. Las dos circunstancias se notan en La vida alrededor.

Por una parte, el guión padece demasiados pies forzados, y esto, precisamente en una historia de estas características, es un fardo difícil de quitarse de las espaldas. La ligereza y la inventiva a bote pronto se pierden con esta servidumbre. De ahí que una de las mejores cualidades de la primera, en la segunda se desvanezca o se tuerza en forzamientos irrelevantes de la espontaneidad inicial. Una cosa es elaboración y otra artificio.

Cada secuencia de La vida alrededor se contempla condicionada por el recuerdo de las secuencias de La vida por delante. Cada personaje de aquella está construído a partir del conocimiento que tenemos de él por ésta. De ahí que la película no se cierre sobre sí misma, sino que exige del espectador complicidades externas al relato y su dinámica, que es de esta forma una totalidad incompleta, una falsa totalidad. Hay instantes en que la sonrisa viene en La vida alrededor sólo por presión de la memoria de algunas secuencias de La vida por delante. No se llega a producir el despegue de un relato respecto del otro.

Estas deficiencias del guión están limadas en parte, o al menos atemperadas, por una dirección de Fernán Gómez muy suelta, precisa y agil. En realidad, el cineasta salía del cascarón del buen aprendizaje y adquiría esa cualidad de doble filo que llamamos oficio: la pátina de lo bien hecho suplió en La vida alrededor las carencias más esenciales de lo bien imaginado.Sigue la misma comedia agridulce sobre los milagros de la supervivencia del matrimonio de pequeños burgueses madrileños. Siguen los acontecimientos mínimos alrededor de las vidas ya estancadas de unos pobres diablos que tuvieron fugazmente la impresión de tenerla en activo y frente a ellos. Sigue el pesimismo en rosa, tan sutil y espontáneamente logrado en el primer filme, inundando La vida alrededor, sólo que con los tropezones característicos de la arritmia de la imaginación, en la que las ocurrencias felices son frenadas por las banales, en un contrapunto que unas veces es feliz y otras desdichado. Sigue a trancas y barrancas una historia artificiosamente prolongada, que debiera haberse acabado donde acabó en el movimiento inicial de sus creadores.

Y siguen, en fin, los excelentes actores, el propio Fernán Gómez, Analía Gadé, Manolo Morán Rafaela Aparicio, dirigidos con mano libre por un director que comenzaba a saber suplir con argucias profesionales los vacíos de creación.

No obstante, en La vida alrededor, como en todo cuanto sale de la mano de Fernando Fernán Gómez, hay destellos de auténtico cine, y merece la pena verse.