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Reportaje:arte

Arte europeo entre burbujas

Jóvenes creadores de la UE exponen su obra en un laberinto de 18 kilómetros de túneles

"Será el mayor museo subterráneo del mundo", explica Nathalie Vranken, propietaria de las cavas del dominio Pommery. Quizá no le falte razón. Hace ya cinco años que ella y su esposo abrieron al arte contemporáneo el laberinto de túneles -18 kilómetros en total- en el que reposan las botellas del sabroso y burbujeante néctar llamado champaña.

El año pasado visitaron la exposición más de 100.000 personas procedentes de todo el mundo. Casi la mitad de las obras que se pueden contemplar aquí han sido realizadas especialmente para el lugar y un 60% pasarán a formar parte de la colección permanente montada por la pareja francesa.

El Dominio Pommery está a la salida de Reims, en la plaza del general Gouraud, en un barrio en el que tienen su sede otras grandes marcas de champán. Las cavas aprovechan una antigua cantera galo-romana, un espectacular conjunto de 120 espacios de forma piramidal que se hunden en el suelo pizarroso, a 30 metros de profundidad y unidos por numerosos túneles.

Las mejores revistas de arte europeas se han encargado de seleccionar a los creadores presentes
"Europa despierta hoy menos deseo que Asia o América", dice el comisario
Enrique Marty y Abigail Lazkoz son los seleccionados españoles

Ahí abajo, a una temperatura estable y un grado de humedad altísimo, descansan más de 20 millones de botellas. Y entre ellas, y a lo largo de todo el verano, las creaciones hechas por dos artistas jóvenes de cada uno de los países que componen la Unión Europea.

Que el lugar aún exista tiene algo de milagroso. Reims es una ciudad cuyos habitantes vieron, durante la I Guerra Mundial, cómo el 80% de sus edificios eran destruidos por las bombas. Su célebre catedral, en la que prestaban juramento los reyes de Francia, también resultó dañada. Pero la extravagante arquitectura neogótica de la mansión Pommery sobrevivió. Y las cavas, también.

Ahora, y hasta el 31 de diciembre, algunos de esos salones subterráneos unidos por un laberinto catacúmbico dedicado a la crianza de vino espumoso están ocupados por una cincuentena larga de obras de jóvenes artistas europeos.

"La selección de los artistas la hemos dejado entre las manos de la mejor revista de arte de cada país", explica Fabrice Bousteau, comisario general de la muestra. Para Bousteau, no es extraño que "Europa siga siendo una abstracción, un proyecto en el mejor de los casos, para algunos una moneda, para ninguno una cultura común". Y eso no le sorprende dado que "la comunidad europea, al dedicar un montante ridículo de su presupuesto a la creación cultural, es corresponsable de la situación". En Reims, en esas cavas, elaborando en el sitio el proyecto que antes había presentado cada uno de ellos, aprenden a conocerse. "Hoy, Europa despierta menos deseo que América Latina o Asia", sostiene el comisario, quien justifica haber delegado en diversas revistas de arte por "la imposibilidad de tener buena información de cada uno de los lugares, ya que no existe nadie que centralice todo ese conocimiento".

Tampoco hay una idea común de Europa, como no puede decirse que exista un arte europeo. La mundialización, que debiera propiciar reagrupamientos por tendencias o técnicas, parece favorecer un individualismo feroz. Los artistas seleccionados tienen en común el tratar la vida cotidiana con espíritu crítico y, a menudo, humor. A partir de ahí todo diverge.

En el caso español, la selección, realizada por la revista Lápiz, ha recaído en el salmantino Enrique Marty, que ha creado una playa, con su parasol y castillo de arena incluidos. "El problema más complicado a resolver ha sido el de la instalación eléctrica", explica el propio Marty, "porque dada la humedad y el hecho de que sea un subterráneo obliga a ceñirse a una potencia determinada".

La otra representante española es la bilbaína Abigail Lazkoz, hoy afincada en Nueva York, que ha instalado una gigantesca pintura mural en blanco y negro, que retoma una tradición iconográfica vasca, junto a la escultura de la Virgen que, desde hace ya muchos años, se supone protege estas cavas. Su pintura es una mujer cuyo cuerpo ha sido sustituido por un círculo de peces.

Pero hay arte para todos los gustos en las catacumbas de Reims. El alemán Michael Sailstorfer ha rescatado para la ocasión los célebres tanques hinchables en que -dicen- se basaba el prestigio del Ejército de Sadam Husein. La francesa Céleste Boursier-Mougenot ha instalado en uno de esos pasillos de línea Maginot champañera un grupo de gorriones que van volando del cordaje de una guitarra eléctrica a otra -hay cinco-, construyendo así una música del azar pajaril. ¿Hasta qué punto la intervención previa del artista priva a la casualidad de capacidad creadora? Es un bonito tema para disertación filosófica de examen de bachilleres.

Otras aportaciones interesantes: la del portugués Joâo Pedro Vale, que ha hecho naufragar en el fondo de la tierra un barco negro, totalmente chapapoteado; la de la luxemburguesa Su-Mei-Tse, que ha situado en el techo de la bodega una gigantesca hélice que gira muy lentamente; la de la finlandesa Terike Haapoja, que pinta en las paredes la sombra de unas obras de arte de las que sólo nos quedan los pedestales; o la del maltés Raphael Vella, autor de una magnífica serie de dibujos sobre la relación entre terrorismo y religión que sólo podemos descubrir si vamos abriendo los cajones del impoluto mueble en el que están guardados. Son, todas ellas, obras con un fuerte poder evocador.

El luxemburgués Marco Godinho ha inventado una mesa de pimpón circular en la que la red va girando como las agujas de un reloj, obligando a los jugadores a desplazarse en torno a la mesa. El propio Godinho resume como nadie la difícil identidad europea al coronar de banderas transparentes la avenida que conecta las cavas con la trama urbana; el grupo esloveno Absurd crea otro círculo, esta vez inmóvil, edificado a base de carritos de supermercado. Es su Monumento al consumo.

La variedad de las obras e instalaciones, el simple hecho de que la selección sea fruto de 27 comisarios para conservar el carácter proteiforme y mal conocido de la creatividad europea, y la obligación de los artistas de aceptar el reto de enfrentarse con un espacio mágico, único y estimulante, hace muy atractiva la visita a este Art contemporain en Europe.

Instalación del artista español Enrique Marty en la exposición de las cavas de Reims.
Instalación del artista español Enrique Marty en la exposición de las cavas de Reims.
Espectacular instalación de <i>El barco chapapoteado,</i> obra del portugués Joâo Pedro Vale.
Espectacular instalación de El barco chapapoteado, obra del portugués Joâo Pedro Vale.
La hélice gigante de Su Mei-Tse, una de las estrellas de la muestra.
La hélice gigante de Su Mei-Tse, una de las estrellas de la muestra.

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