DÍA 30
Si crees que los llantos se acabaron con la escena de ayer, es que aún no conoces a esta puta familia. O sea, que me timbra mi hermana al móvil y dice que qué tal el hombre invisible, y yo que bien, y que cómo lleva el cuaderno de vacaciones, y yo que bien, y que si le echo una mano de vez en cuando, y yo que bien. Le digo a todo que bien porque presiento que la tormenta de lágrimas está al caer y trato de evitarla. Total, que llegan los primeros maullidos de gato (llora igual que la vieja) y yo que qué pasa y ella que nada, y yo que por algo llorarás y ella que por el fracaso de mi matrimonio. Todos los matrimonios fracasan, le digo yo, está en su naturaleza, y me quedo asombrado por la frase, como si la hubiera dicho otro. Para tener éxito en el matrimonio, añado, hay que estar profundamente equivocado. Mi hermana deja de llorar y pregunta si me ocurre algo, y yo que no, que nada, que se me va la pinza por culpa de la selectividad de los cojones. Habla bien, dice, y entonces yo digo cojones tres veces, cojones, cojones, cojones, para que cuelgue de una vez y yo pueda volver a mis problemas, que el conflictivo era yo, coño, y ahora son todos conflictivos menos yo. Y a ver qué le dices al niño, añade. Qué le digo de qué, pregunto. Qué le dices sobre el fracaso y sobre la vida, me está costando mucho sacarlo adelante, no me lo estropees en dos días. Total, que cuelgo y salgo al descampado a respirar y reconozco la luz de los últimos días de agosto, y el frío que anuncia el primer resfriado, y pienso que la vida es una mierda. Entonces veo una sombra que viene hacia mí y es mi viejo, que huele a peta. ¿Has acabado El discurso vacío?, dice pasándome la mano por el hombro, en plan colega. ¿Has acabado tú la bellota de has?, me dan ganas de preguntarle a mí. Pero me callo y le digo que no, que al final me ha aburrido un poco y lo he dejado. Te lo dije, dice él, es un libro aburrido y hay que ser una persona muy madura para que te guste el aburrimiento. El has le da alas, me cago en él.
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eduardo estrada