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Reportaje:ocio

El campo de pruebas del radicalismo político y musical

The Clash, Damon Albarn y Nick Hornby son parte de la historia del barrio

Cacheados por la policía, que buscaba ladrillos. Más tarde, cacheados por los rastafaris, que buscaban billetes en nuestros bolsillos. Así rememoraba Joe Strummer, de The Clash, su experiencia, junto a Paul Simonon, bajista de la banda, en el carnaval de 1976, cuyos altercados dejaron un balance de 66 detenidos y 100 policías heridos. De aquella experiencia surgiría el primer single de la banda, White riot. La relación del grupo punk con el evento abarcaría prácticamente toda su carrera, desde su ep Black market music, que cuenta con una imagen de esos mismos disturbios en su portada, hasta la posterior versión que grabarían del tema Police and thieves, original de Junior Murvin y banda sonora no oficial de las batallas campales de aquel año. Su música y la iconografía que la acompañó fueron el testimonio del desorden que vivió el evento el año en que el punk nació, del mismo modo que la novela de Colin McInnes Absolute beginners lo fue de los disturbios raciales de 1958.

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Notting Hill celebra el mestizaje

Notting Hill, antes de Julia Roberts, All Saints, Damien Hirst o los gastropubs, fue el campo de pruebas y el campo de batalla de la radicalidad política y musical de la capital del Reino Unido. En él tenía su base de operaciones la Angry Brigade (Brigada Airada), una suerte de célula de activismo musical radical y banda terrorista izquierdísima que en 1971 organizó el primer carnaval libre y terminó el trabajo que tres años antes habían empezado los situacionistas británicos, quienes se sirvieron del carnaval de 1968 para romper oficialmente con sus padres franceses. En él, había escrito Orwell Homenaje a Catalunya; aquí se abrió Rough Trade, la tienda que inventó la música independiente, y en él, en el Music and Video Exhange de Pembridge Road, nació la novela de Nick Hornby Alta fidelidad. Un cuarto de siglo más tarde, tras la irrupción de Norman Jay y su revisión de las relaciones interraciales a través de los soundsystem, de Don Letts y su cruce entre punk y música caribeña, de los discos del mítico sello Trojan dedicados al sonido de la calle en Notting Hill el último fin de semana de agosto, de la universalización de las drogas de diseño y del acid house, llegaron los noventa y, con ellos, todo cambió. La violencia inherente al evento se extirpó de cualquier carga política y las representaciones culturales se pasaron por el filtro del turismo musical. A pesar de Hugh Grant y el girl power, el evento aún es celebrado hoy por gente como Damon Albarn, quien lleva más de dos décadas residiendo en el barrio, muy cerca de Paul Simonon, con quien formó el año pasado la banda The Good, the Bad and the Queen, la sublimación más orwelliana y oscura de lo que significa este carnaval. Política, baile y confrontación, la esencia de la historia musical del Reino Unido.

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