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LA PARADOJA Y EL ESTILO | PROTAGONISTAS
Columna
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Segura, al margen

Boris Izaguirre

Algo queda bastante claro en la polémica portada de la revista ¡Hola! de esta semana crucial para el euro: la infanta Cristina está al margen. En la foto, y en su vida en la irreducible familia real, la infanta es ahora Cristina y está al margen. Al margen de la realidad de las operaciones que efectuaba la empresa de la que compartía titularidad con su marido. Al margen de las decisiones que puedan derivarse de la inculpación de su marido. Y al margen, como ahora es lo correcto, en la polémica foto de portada. Lo primero que vemos es a la Reina ejecutando a la perfección su papel de madre. Más madre que reina. Ausencia de la figura paterna. En el medio, el yerno de la discordia, el antiguo gerente general del Instituto Nóos, y ligeramente separada, al margen, Cristina. La pregunta que uno se hace es esa: ¿no ha estado siempre un poco apartada de todo la infanta Cristina?

¿Debe el amor perdonar la mentira? ¿qué se siente cuando te acostumbras a estar al margen? ¿Es mejor que el centro?

Cristina es la hija mediana, no necesariamente mediadora, cero protagonista. La hemos visto crecer al lado de sus hermanos, un pelín más alta que Elena, más rubia que el Príncipe, casi más próxima, de aspecto como más romántico. En aquellos felices años ochenta se dijo que era ella la que más televisión consumía de los tres hermanos. En la primera potencia exportadora de telenovelas, Venezuela, siempre se dijo que fue Cristina quien invitó a Carlos Mata, galán de Cristal y La dama de rosa, a cenar en palacio y descubrir que la monarquía también se dejaba engullir por el sentimiento de los culebrones. Años más tarde sería ella la que bailaría los éxitos de Miguel Bosé en sus conciertos en Barcelona. Mientras que su hermana se casaba con un aristócrata, ella lo hacía con un deportista olímpico y además vasco. Mientras que su hermana se olvidaba de pedir la venia paterna a su boda, Cristina subrayó que sí lo hizo en la suya. Elena fue una novia quizá sobrevestida, Cristina optó por la sobriedad de corte historicista. Elena se lanzó a la conquista de Versalles por el camino del glamour sin complejos que otorgaba ser esposa de un miembro del consejo del LVMH, el conglomerado internacional del chic. Cristina se redefinió como madre yuppie en Barcelona, olímpica y al margen. Y con el tiempo entró de lleno en otro sueño español: ser millonaria, y tener un palacete, al margen de cualquier inspección, cualquier contrariedad que la despertara de ese tan generalizado estilo de vida.

Como muchas damas reales o normales, Cristina se hizo millonaria gracias a su marido. Ya todos sabemos cómo lo consiguió el yerno del Rey. Con extraordinaria educación, casi acertada elección de corbatas (que combinaba con el traje, en un dandismo español geométrico que en otras clases, toreros y políticos, se remata combinando zapatos con cinturón), sorprendiendo a posibles inversores con su altísima presencia, el fuerte apretón de la mano balonmanista mientras que la otra extendía toda su palma sobre el hombro del inversor. Caían como moscas presidentes autonómicos, alcaldes, cajas de ahorros, todos aceptaban hacer algo con el duque de Palma. Cristina, al margen de la gestión, sin siquiera tener tiempo a resistirse al burbujeo del amor, firmaba documentos sin revisar. ¿Qué más podía hacer? Su vida la ha disfrutado así, en un privilegiado margen. De niña, de hermana, de esposa. Al margen.

En esta próxima Nochebuena, después de que su padre se haya dirigido a los españoles, esto incluye también a las españolas, estará sentada un poco al margen en la mesa, aunque no lejos de su madre. Desde luego, todos quisiéramos participar esta Nochebuena en esa cena. Es la celebración de la familia real como familia señera de España. Nos representan tanto y tan bien que hasta ofrecen un conflicto familiar en estas dulces fechas este año con menos burbujas. El discurso de esta Nochebuena romperá audiencias. ¿Se dirigirá el Rey a su pueblo con las gafas de sol puestas?

Como mujer al margen, Cristina es una incomprendida. Igual que su madre, que en realidad es una buena actriz desperdiciada. La sonrisa Gioconda de la Reina en la foto de ¡Hola! debería garantizarle al menos su presencia numismática en las monedas del nuevo euro. Es lógico que ante una encrucijada, Cristina haya solicitado la presencia materna. Porque en un duro mundo de hombres, solo una madre puede orientarte y a la vez fastidiar al padre. A la Reina se le ocurrió tranquilizar a su hija acercándose al yerno, manteniendo a su hija, como siempre, al margen. Y a todos en jaque.

¿Comparten Cristina e Isabel Pantoja y Maite Zaldívar eso que las lleva al margen mientras sus compañeros abren cuentas en Belice o esconden bolsas de plástico con dinero? ¿Es esa circunstancia producto del machismo o del amor? ¿Debe el amor perdonar la mentira? ¿Qué se siente cuando te acostumbras a estar en el margen? ¿Es mejor que el centro? Zaldívar es ahora una señora en paro. Pantoja prepara su resplandeciente aparición en las campanadas de fin de año en Telecinco. Ha sobrevivido al escarnio, la noche en la cárcel, la persecución mediática. Se confesó engañada, aceptó que haber estado al margen la perjudicaba. Cristina, en cambio, fiel a su destino, sorberá la sopa de almendras en la cena real de Nochebuena en silencio, sin derramar una lágrima, tranquila de saberse, un año más, segura al margen.

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