La invasión de los telerrecetarios

De la misma forma en que los escritores refunfuñan contra los "autores mediáticos" por robarles mercado y solicitantes de firmas en la Feria del Libro, supongo que a los profesionales de la gastronomía no les hará mucha gracia el intrusismo en el negocio de los libros de cocina. Hasta hace poco, el género estaba en manos de chefs famosos y divulgadores culinarios más o menos conocidos. Pero el statu quo se ve cada vez más amenazado por una nueva especie: los recetarios de programas de televisión.
Sálvame: Cocinando el programa intercala algunos platillos de los colaboradores del show entre supuestas interioridades del mismo, aunque, por desgracia, no incluye el DVD de la princesa del pueblo anunciando conejo. Bastante más digno en términos gastronómicos, La cocina de Manolita y Marcelino aprovecha el tirón de Amar en tiempos revueltos con recetas tradicionales españolas, en las que se trasluce la verdadera afición a los fogones de los actores Itziar Miranda y Manu Baqueiro. Las recetas de España directo lleva varias ediciones, mientras que Un país para comérselo, ese programa-chollo por el que todos habríamos matado por hacer, también cuenta con un buen libro firmado por los tragones Imanol Arias y Juan Echanove.
En este país sacan libros de cocina hasta los bomberos
No acabo de entender bien la última novedad en el terreno de los telerrecetarios, denominada Tapas del Bar Reinols. Dicho bar no es otro que el que regenta el sin par Mauricio Colmenero en la serie Aída, de la que soy fan confeso. Y digo que no lo pillo no porque las recetas sean malas, sino porque en todos los capítulos de la serie que he visto, y he visto muchos, jamás he detectado nada apetitoso en ese establecimiento. A un personaje tan mezquino como Colmenero y a un local tan carpetovetónico como el Reinols les corresponde servir rancias tapas chorreantes de grasa, lo que no me incita precisamente a salir corriendo a comprar el libro.
Yo habría hecho una recopilación de los bocatas de doña Eugenia, la Bim-Bam-Bum, que al menos son gigantes y admiten una variedad infinita de embutidos. Pero, en fin, así es el licensing, ese arte de lanzar productos asociados a series, películas o marcas de éxito que a veces engendra extrañas criaturas. Además, en este país sacan libros de cocina hasta los bomberos (Que no se te apague el fuego, qué gran título) o yo mismo, así que no debería escandalizarme.
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