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diseño

Adiós, retales; hola, 'glamour'

Los Campana cambian las viejas telas por cuero para poner al día sus butacas

Anatxu Zabalbeascoa

Que en el diseño contemporáneo el círculo se cierre debería darnos que pensar. El último invento de los hermanos Campana para la empresa italiana Edra ha consistido en pulir su butaca Leatherworks (Trabajos en piel). Ahora ya no está hecha de retales, como su predecesora. Su nuevo cuero brillante y colorista combina la mayor sofisticación con el mayor primitivismo. Naturalmente es sólo un juego, uno más de los que nutren el sorprendente currículo de estos dos brasileños.

El escultor Humberto (1953) y el arquitecto Fernando (1961) -los Campana- saltaron al mundo del diseño después de fabricar objetos con los trastos que encontraban en el patio de su casa de Brotas, a 250 kilómetros de São Paulo. Así, con un pie en la realidad de su país y otro en la del mercado del diseño mundial, reivindicaron otras maneras de hacer. No se trataba de ser patriota, sino de competir desde lo que conocían.

El aire desenfadado de sus piezas les ha permitido venderlas como esculturas

Aseguran que fue la mentalidad tropicalista la que les ayudó a mirar con afecto y respeto: "En Brasil se miraba a Europa, se idolatraba a los Estados Unidos y se despreciaba lo que teníamos. Ese complejo había que curarlo". Por eso la fantasía de sus piezas no la buscaron en el mundo poco real de las ferias del gremio, sino en la aplastante realidad paulista.

Así, con astillas, retales o madejas metálicas han construido iconos contemporáneos como la silla Favela o la butaca Sushi, extravagantes, sorprendentes y difíciles de clasificar. Para explicar esa mezcla ellos hablan de un diseño espejo de lo que ocurre en su país. "Somos partidarios de los diálogos. Al Brasil tecnológico le hacemos preguntas: ¿Somos sólo un país tropical? ¿Preindustrial? ¿De diseño?".

Si con sus trabajos tratan de responder a esas preguntas, la nueva Leatherworks contesta preguntando. El asiento tiene la belleza de las pieles puestas a secar en los curtidores, posee la fuerza de la materia prima todavía sin transformar, pero es un sillón en toda regla, materia transformada y corregida. Esa ambigüedad resulta vistosa. Y consigue hablar claro a partir de una contradicción: defiende una vida sin apariencias ni pretensiones. Transmite valores como la comodidad, por encima de las formas, y hasta un inconformismo sui géneris que lleva a pagar 4.720 euros por una butaca aparentemente inacabada.

Con todo, son esa estética falsamente povera, y ese aire desenfadado lo que les ha permitido a los Campana vender sus piezas no como butacas, sino como esculturas, como muebles que no necesitan comulgar con un estilo para asentarse en cualquier lugar.

No es la primera vez que un fabricante italiano (la empresa Edra) decide vender muebles no por lo que son, sino por lo que representan. Los Campana hacen eso. Nadie necesita sus diseños. Pero muchos sienten la tentación de tenerlos. Chocan a la vista, pero no se pelean con nadie.

Tal es su fuerza icónica que su excentricidad los aísla en cualquier contexto. Y en esa soledad hablan de quienes crecieron sin televisión, pero con unos padres que los llevaban al cine. Consiguen que un diseño aparentemente primitivo se convierta en el más sofisticado del momento. Cierran el círculo que conecta las apariencias con otra realidad.

La butaca Leatherworks, obra de los hermanos Humberto y Fernando Campana.
La butaca Leatherworks, obra de los hermanos Humberto y Fernando Campana.

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