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Reportaje:Diseño

Arte también en la mesa

Inspiradas en cuadros del siglo XX, las nuevas vajillas entran por los ojos

Anatxu Zabalbeascoa

Los platos reivindican su importancia en la mesa. ¿Hasta qué punto la vajilla en la que se sirve una comida determina la impresión que produce? ¿Cuánto puede hacer un plato por un guiso? ¿Es comparable el fondo de un cuenco con la boca de una copa? ¿Afecta a lo que comemos el objeto con el que lo comemos? ¿Manejan los platos técnicas gastronómicas? ¿Cuánto modifica una cerámica un sabor o una textura? ¿Es una cuestión estética la que predispone a saborear mejor un bocado?

Con la polémica entre Adriá y Santamaria sobre las materias primas gastronómicas todavía fresca, un nuevo factor podría avivar la discusión entre los grandes y los pequeños chefs: las vajillas también quieren hablar. Empresas como la catalana Cerámica Industrial Montgatina o la italiana Alessi sostienen que es el recipiente el que presenta la comida y, por lo tanto, el que nos indica cómo disfrutarla: el que dibuja ese trayecto que va del ojo a la boca.

El recipiente presenta la comida y, por tanto, indica cómo disfrutarla
Los diseñadores han echado mano de la pintura del siglo pasado

Así, para elaborar sus nuevos platos, fuentes y cuencos, los diseñadores Deunor Bregaña y Anne Ibáñez Guridi, para la cerámica Montgatina, y el arquitecto David Chipperfield, para Alessi, se han puesto de acuerdo. Han apelado directamente a la vista. ¿Cómo puede un elemento neutro llamar la atención de los ojos? Los dos equipos de creativos han coincidido: trabajando con la memoria. Así, los diseñadores han echado mano de su manual de historia del arte del siglo XX. Y allí han encontrado nuevos hallazgos que llevar a la mesa. Si los mejores chefs del mundo hace décadas que firman lienzos comestibles, los diseñadores han decidido ahora reivindicar el bastidor en blanco, el arte del plato está servido.

Bregaña e Ibáñez Guridi, del estudio donostiarra Laia, que ya firmaran la vajilla, e incluso la denominación, del restaurante Mugaritz en Rentería, han construido soportes para cuadros míticos. Un plato con patas para un Josef Albers de gelatina y otro para un Mark Rothko dulce, que invita a relamerse. Una fuente alargada y cóncava les sirve para acoger el legendario blanco sobre blanco de Malevitch. "El sueño era crear un plato de agua, que se deshiciese mientras su dueño comía lo dispuesto en él", explican.

¿Les recuerda algo? Lo cuentan de otra de sus series cerámicas, Oh Luna, cuyo objetivo principal consistió en "pensar en recipientes donde se pueda cazar el tiempo". Los que hablan son diseñadores de objetos útiles. Pero es evidente que, cuando la función se da por hecha, la imaginación también encuentra hueco en el arte útil. Lo dicho, la vajilla reivindica su sitio en la mesa. Y parece que lo encuentra.

Como prueba de ello, también el británico David Chipperfield, autor de la nueva Ciudad de la Justicia de Barcelona, del edificio Veles i Vents en el puerto de Valencia y de unas coloristas viviendas sociales en el madrileño barrio de Carabanchel, ha recreado, literalmente, la sutileza de los bodegones de Giorgio Morandi con la idea de ponerlos sobre una mesa. Y utilizarlos. Los tonos pastel ensuciados del pintor boloñés, el gris oscuro de los fondos y hasta los bordes desdibujados han encontrado eco en la nueva vajilla Tonale que Alessi acaba de poner a la venta. El de Chipperfield es un mundo de sutilezas. El británico quiere que lo práctico y lo versátil se conviertan en algo especial. Así, con piezas de cerámica, vidrio o incluso de madera, este arquitecto indaga en la tipología ambigua de la nueva mesa: cuencos que sirven de taza y fuentes que sirven de plato. El asunto es de alta y baja cocina a la vez. El fondo roto de los bodegones de Morandi demuestra, visual y conceptualmente, que con buenos ingredientes cualquier combinación es posible.

Platos diseñados por Bregaña e Ibáñez Guridi para Montgatina.
Platos diseñados por Bregaña e Ibáñez Guridi para Montgatina.

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