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Reportaje:Diseño

Construir a favor del tiempo

Renacen los edificios que muestran las marcas del paso de los días

Anatxu Zabalbeascoa

No solo el lugar, también importa el tiempo. Y el objetivo no es ya retratarlo, sino despistarlo, diluir los edificios para que se pierdan en él. Como en el recién inaugurado Museo San Telmo de San Sebastián, cada vez son más los proyectistas que idean inmuebles que, más allá de asimilarse al lugar, se presentan como un folio en blanco para que el paso de los días los marque con su propia memoria. Son capaces de dejarse devorar por los líquenes, el musgo y las manchas de agua. Los arquitectos han entendido un recurso tradicional: un mantenimiento bajo -que, lejos de exigir grandes cuidados, mejora con el paso de los años- es una baza difícil de batir. Y quieren ponerse a favor del tiempo, no en su contra, para que este sume y no reste a la permanencia de sus edificios.

"Nos ubicamos sin molestar", cuentan Elizabeth Ábalo y Gonzalo Alonso para explicar el Centro de Salud que han levantado en Oleiros (A Coruña). El edificio de hormigón se cierra a la carretera (por donde está previsto que pase un futuro vial) y se va empotrando en el terreno, acercándose a un bosque de castaños, robles y eucaliptos, cuyo arbolado quisieron respetar.

El inmueble es rotundo. Rodeado por una vegetación siempre verde, parece capaz de absorber cualquier humedad. Tiene forma de H pero, desde el acceso, no se adivina. Una sola planta se encarga de evitar que haya problemas de accesibilidad. Pero a la vez, supone que el centro puede insertarse, como un extraño vecino al principio, en el propio bosque. Y, sobre todo, significa que podría ser, poco a poco, devorado, reconocido, aceptado por la arboleda.

Se atraviesa un zaguán para llegar al centro de la H del inmueble. Ese mostrador de acceso organiza el espacio. Cada ala del centro de salud acoge un servicio -consultas, rehabilitación, pediatría o instalaciones- organizado en torno a un patio. Y, más allá de la vegetación que lo envuelve, esos patios, pero también los cortes y las fisuras con las que los arquitectos han marcado el hormigón, son las claves de este edificio. Muros de carga, losas de hormigón, cierres de acero, cubierta inclinada -que oculta las gárgolas-, todos contribuyen a asentar el inmueble en el terreno y, a la vez, todos lo hacen permeable a que el tiempo deje sus huellas.

El edificio tiene, además de vistas cruzadas, vida introspectiva. Se mira a sí mismo a través de los patios o se observa asentado en el lugar por entre las incisiones del hormigón. Más allá de los patios y las celosías, cuentan los arquitectos, son los lucernarios los que "cualifican los espacios". Frente a un bosque en perpetuo esplendor, una sala de espera luminosa mira a los castaños y permite que, aunque sea por un momento, el paciente deje de verse como un enfermo y pierda su mirada entre el mundo húmedo de los armiños y los robles.

Imagen del centro de salud de Elizabeth Ábalo y Gonzalo Alonso, en Oleiros (A Coruña).
Imagen del centro de salud de Elizabeth Ábalo y Gonzalo Alonso, en Oleiros (A Coruña).HÉCTOR SANTOS-DÍEZ

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