_
_
_
_
_
Reportaje:Talentos

Nacho Umbert, kilómetro cero

El músico renace como cantautor tras 14 años de ausencia

Hombres de colorete y quitasueño, pescadores, pesadillas, hastío, ancianos en un palomar o casinos con desfibrilador. "Pequeños momentos de ciertas vidas, todas y ninguna inventadas", según Nacho Umbert (Barcelona, 1971), que pueblan su maravilloso primer disco en solitario. Una obra imprevista: el cantautor de la voz grave en primer plano, del "pop crudo, sin demasiado ornamento", con timbres del jazz y acústica folk, llevaba 14 años lejos de la música. "Por eso lo he titulado Ay..., por el yuyu que me daba volver a publicar". Ahora le toca defender el álbum el miércoles en Barcelona (Galería aDa) y el viernes en Madrid (Nasti).

¿Y cómo se pasa de dirigir un breve grupo de culto, Paperhouse, en el indie de los noventa, a deshacerse incluso de los instrumentos? "Carecíamos de ambición, y nos apagamos en cuanto dejamos de disfrutar. Pero no sé por qué estuve tanto tiempo sin tocar siquiera en casa", confiesa Umbert, diseñador de interiores en su otra vida.

Primero el salón de unos amigos, después Salvador de Bahía: dos lugares para recuperar el comecome. "Me pusieron un disco de Lambchop, y escucharlo me devolvió las ganas de componer. Luego coincidí en vacaciones con un mochilero holandés, le pedí prestada su guitarra española y fue como un clic. Nada más pisar Barcelona, me compré una y me metí en un cursillo: no veas la de acordes y cosas que se olvidan".

Y así, Umbert se ha ido construyendo, en años recientes, un estilo personalísimo. "Hago canciones muy simples, sin apenas estribillos: van caminando y aceleran o frenan de pronto. Ya no tengo edad para imitar a nadie". Entrevera frases en catalán y huye de ínfulas literarias: "Busco expresarme como hablo. Cuando me preguntan si escribo, digo que sí, que escribo emails".

El álbum aparece a nombre de Nacho Umbert & la Compañía, en reconocimiento a la implicación del productor, Refree, y a su mágico entramado sonoro. "Y a todos los que lo han propiciado. La Compañía es más un concepto variable que una banda. Muy útil en vivo". Esa entente contrasta con el trago vivido por Paperhouse en el estudio de Kramer. El mítico productor neoyorquino se hizo cargo del único largo del grupo, Adiós (1996). "Lo registramos en cinco días, dormíamos en sacos sobre la moqueta. Él se asomó en el último momento para mezclarlo en sólo tres horas, a traición, tras mandarnos a un centro comercial. Nos horrorizaron los efectos y cómo trató mi voz. Se estaba divorciando: nuestro dinero era para su abogado".

En tiempos en los que buena parte del indie español se aferraba a la lengua inglesa y al ruido para enmascarar impericias, el slowcore en castellano de Paperhouse resultaba otra cosa. "No entiendo cómo puede haber gente que aún cante en inglés. Nosotros lo hicimos al principio, siempre con el diccionario Collins en la mano".

Nacho Umbert, el pasado fin de semana en Barcelona.
Nacho Umbert, el pasado fin de semana en Barcelona.TEJEDERAS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_