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Reportaje:Diseño

Siza baila una samba en Brasil

Un museo del arquitecto en Porto Alegre destapa su lado más expresionista

Anatxu Zabalbeascoa

El arquitecto portugués Álvaro Siza Vieira (Matoshinos, 1933) ha ganado todos los premios. Desde el del RIBA hasta el Pritzker. No tiene nada que demostrar. Se puede permitir ser libre. Y el museo Iberè Camargo que ha concluido en Porto Alegre (Brasil) demuestra que quiere serlo.

Su primer edificio en Brasil es también el primer inmueble brasileño construido todo con hormigón blanco: sin ladrillos ni elementos de cierre, con las tuberías encerradas tras los muros y con el movimiento construido a base de rampas que recorren sus cinco pisos y sus nueve salas. Para el museo -que rendirá tributo al maestro del expresionismo brasileño Iberè Camargo, avezado discípulo de De Chirico-, Siza ha explotado su lado expresionista, brutalista, y ha levantado un inmueble construido íntegramente de un único material y, casi, de un solo gesto. Que el edificio iba a dar una campanada ya lo advirtió el León de Oro que conquistó, siendo todavía un proyecto, en la Bienal de Arquitectura de Venecia de 2002. Desde hace dos semanas, la poderosa fuerza icónica que prometían los primeros croquis es ya una realidad visitable.

Aún en proyecto, ya recibió el León de Oro de la Bienal de Venecia de 2002

A las formas expresionistas obtenidas del uso del hormigón y de la ausencia de elementos de cierre se suma la reutilización del agua de lluvia o el ahorro energético del 40%, que ha permitido su construcción para poner al edificio a la cabeza de una época expresiva y sostenible. El potente volumen, apenas perforado y asentado frente al lago Guaíba, saluda a la tradición brutalista brasileña y anuncia su contenido desde su fachada expresionista. En el extremo sur de Brasil, entre Uruguay y Argentina, Porto Alegre, donde se ubica, es el lugar donde el pintor Iberè Camargo vivió sus últimos 20 años hasta fallecer en 1994 y tras estudiar arquitectura y vivir de la pintura, durante 40 años, en Río de Janeiro. Siza, que se hizo con el encargo para levantar el museo tras dejar atrás, en un concurso internacional, las propuestas de Arata Isozaki, Rafael Moneo y Richard Meier, no sólo se ha dejado empapar por las legendarias curvas de Oscar Niemeyer, también ha estudiado a otros brasileños como Lina Bo Bardi y sus ventanas, o Roberto Burle Marx y sus jardines. En el Museo Iberè Camargo, las ventanas son pequeñas en el lado oeste, para restringir la entrada de luz y sol.

Con ese control lumínico, el Pritzker portugués quiere corregir, sin nombrar ni acusar, los errores de una de las últimas, y sin embargo ya míticas, obras del patriarca Niemeyer: el museo en Niteroi, frente a la playa carioca de Copacabana. Rodeado de lucernarios, y también organizado con una rampa, el exceso de luz y vistas sitúa a una de las últimas obras de Niemeyer más cerca de un mirador que de un museo de arte contemporáneo. Nada de eso ocurre aquí. Hasta en sus trabajos más expresivos, Siza sigue siendo un racionalista convencido. Ahora, además, liberado.

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