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Reportaje:Estilos

Sonido que se ve, color que se escucha

Lozano-Hemmer celebra Kandinsky con una instalación interactiva

Desde que incendiara el cielo de Ciudad de México -la misma noche del cambio de milenio- con sus gigantescas esculturas de luz, creadas a través de Internet, Rafael Lozano-Hemmer (1967) ha basado su trayectoria artística en la relación con el público, al que llama a participar activamente en obras que requieren de su presencia como condición inexcusable. Así sucede en su instalación interactiva más reciente: Levels of nothingness (Los niveles de la nada). Un encargo del Museo Guggenheim de Nueva York, que se exhibirá en el célebre edificio diseñado por el arquitecto Frank Lloyd Wright, en el marco de las celebraciones del 50º aniversario de la inauguración del museo.

Levels of nothingness se inspira en la poética de Vasili Kandinsky (cuya obra protagoniza la exposición principal del 50º aniversario) y reinterpreta las teorías del artista ruso sobre la sinestesia. Es decir, la capacidad de experimentar una sensación por medio de un sentido distinto del que le correspondería. En este caso se trata de ver el sonido. "Kandinsky reflexionó mucho sobre la relación entre música y pintura y entre color y sonido. Estaba convencido de que a cada resonancia correspondía un tono cromático, tal y como demostró en su obra El sonido amarillo", explica Lozano-Hemmer, nacido en México, con nacionalidad española y habitante de Canadá.

La pieza se basa en un micrófono computerizado que analiza volumen, intensidad, frecuencia, entonación y parámetros lingüísticos de la voz y los convierte en una ópera abstracta con las luces y colores que normalmente se utilizan en los conciertos de rock. Cada noche, desde el próximo 16 hasta el 21 de septiembre, la sensual voz de la actriz Isabella Rossellini se encargará de activar la obra leyendo un texto filosófico sobre la sinestesia y las teorías de la percepción, redactado por el propio artista y el filósofo Brian Massumi, para seguidamente dejar paso a las intervenciones del público.

"Lo interesante es que el entorno lumínico corresponde a las características conceptuales de lo que se está diciendo en el micrófono. Isabella Rossellini tiene una voz muy reconocible, muy romántica y a la vez sutilmente irónica, ideal para contrarrestar la aridez lingüística de los textos filosóficos. Además de tener una enorme presencia escénica, su ascendencia italiana y sueca le da un lejano acento paneuropeo, perfecto para una obra vinculada a Kandinsky", indica Lozano-Hemmer.

Tras la performance de la actriz, de unos 40 minutos, el público puede comprobar personalmente el color de su voz y de sus palabras hablando en el micrófono. "Si nadie habla, la sala se sume en la oscuridad, así que cuando la voz del visitante acciona de golpe los 100.000 vatios de las luces robóticas es muy impactante y dramático", concluye el artista.

<i>Levels of nothingness</i>, que se exhibirá el próximo 16 en el Guggenheim de Nueva York.
Levels of nothingness, que se exhibirá el próximo 16 en el Guggenheim de Nueva York.
Rafael Lozano-Hemmer.
Rafael Lozano-Hemmer.

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