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diseño

Un disco de oro para el diseño

Una exposición reivindica el valor de los objetos en función de sus ventas

Anatxu Zabalbeascoa

Solo hay una cosa más difícil que conseguir idear un buen diseño -sencillo, necesario y económico-, lograr que este se convierta en un éxito. Por su capacidad para mejorar nuestra vida, las buenas ideas merecerían todas premio. Por eso, un disco de oro para la disciplina es lo que reivindica la exposición Diseño, grandes éxitos, que el Círculo de Bellas Artes acoge hasta el 30 de enero. El argumento tiene lógica. Como los discos, el diseño industrial se vende por unidades. Sobrepasada cierta cantidad, podría, igual que la música, tener un reconocimiento de oro o platino. La iniciativa podría tener sentido si no fuera por la confusión del título y la tesis de la muestra desde la que se lanza.

Que lo feo no se vende es algo que desmiente la propia muestra

Diseño, grandes éxitos relaciona el esplendor del diseño con sus ventas. Es cierto que el triunfo comercial avala con frecuencia la celebridad de un buen producto, pero en absoluto lo es su contrario: las ventas masivas no garantizan la calidad. Ni de un mueble ni de una novela. Así, varios de los objetos superventas que figuran en esta exposición -una porcelana de Lladró o el osito de la joyería Tous- no figurarán nunca en una historia del diseño. Esos volúmenes sí incluyen ya, sin embargo, otras de las piezas expuestas, como la aceitera antigoteo de Rafael Marquina -uno de los trabajos más plagiados de la historia- o el legendario Mini Morris. Es esa incómoda convivencia de extraños lo que invita a plantearse cuál es el éxito del diseño en una exposición que anuncia la explicación de sus grandes hitos. ¿Es esta una exhibición de éxitos del diseño o de éxitos de máster de escuela de negocios?

Es fundamental que los propios creadores se tomen en serio el diseño para que, como no se cansan de demandar, el resto de la sociedad también lo haga. Desde esa voluntad, la muestra del Círculo de Bellas Artes no solo resulta confusa al sostener una tesis que relaciona triunfo económico con calidad bajo el reclamo del éxito, también parece poco serio que su comisario, el diseñador Ramón Úbeda, elija destacar entre los 12 casos analizados el de su propia lámpara InOut. La pieza, que firmó con Otto Canalda, convive con la legendaria lámpara Tolomeo de Michele de Lucchi y con la incuestionable Aluminum Chair del matrimonio Eames. Así, la convivencia resulta poco natural, por no decir improcedente. Preguntado por un posible conflicto de intereses, Úbeda responde que dudó, pero decidió que la cercanía le permitiría "hablar con conocimiento de causa". Ese mismo criterio, el de la cercanía de ser juez y parte, es el que resulta reprobable en una muestra que selecciona, entre esos 12 éxitos, la silla Varius, de Oscar Tusquets, o el zapato Pelotas, de Camper, producidos por empresas para las que Úbeda ejerce de director artístico.

Fijarse en la ejemplaridad de los éxitos, justo ahora que tanto los necesitamos, es una magnífica idea del comisario de esta muestra. Es una lástima que para seleccionar los ejemplos haya elegido la proximidad en lugar de la distancia que se necesita para poner las cosas en su sitio. Que lo feo no vende, como reza el aforismo de Raymond Loewy que se cita en la exposición, es algo que la propia muestra se encarga de demostrar que no es cierto. No hay más que comprobar cuántas malas canciones tienen un disco de oro.

Algunos de los trabajos que se exponen en el Círculo de Bellas Artes.
Algunos de los trabajos que se exponen en el Círculo de Bellas Artes.

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