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Reportaje:Diseño

Los peligros del (sobre)diseño

Relevantes creadores apuestan por agujerear los recipientes, pero ¿tiene sentido más allá del alarde estético?

Anatxu Zabalbeascoa

Se trata de dejar pasar el aire, pero también la vista y, en algunos casos, la luz de una llama. Con la intención de cuidar, o dejar ver, lo que guardan en su interior, son muchos los diseñadores que han coincidido a la hora de perforar sus recipientes. Fruteros, bandejas, centros de mesa, portavelas y hasta floreros horadados persiguen una ventaja inesperada: los contenedores agujereados tratan de mejorar la conservación, y la presentación, de lo que contienen. Así, los objetos de porcelana o acero, horadados con cortes manuales o industriales, rompen el hermetismo de los contenedores para dejar hablar al contenido. Esa es la idea. Está por ver si el experimento resulta en aporte o se queda en intento.

La empresa italiana Alessi está detrás de esta recuperación del agujero, pues, en realidad se trata de indagar en la mejor manera de conservar los productos para combinarla con una presentación actualizada. La idea de airear la fruta proviene de los antiguos fruteros de mimbre y de las antiguas hueveras metálicas. También los portavelas agujereados con un clásico, aunque suelen tener forma cilíndrica para proteger la llama del viento. Lo que cuesta más entender es un florero calado (con base estanca, naturalmente), pero su autor, Mario Trimarchi, concede que su jarrón reconstruido está pensado para una "orquídea u otra flor de aspecto erguido": se trata de acompañar al tallo en todo su camino hasta la flor.

Antiguos ramalazos de la deconstrucción arquitectónica están detrás de algunos de estos fracturados enseres domésticos. La idea de la fragmentación para romper y desdibujar el perímetro de un volumen ha viajado hasta los fruteros de la joven italiana Elena Manfredini, que, tras colaborar con el arquitecto Greg Lynn ideó el frutero Blossom, de chapa de acero horadada, para "interpretar desde lo contemporáneo una trama que recuerda las del movimiento arts & crafts".

También Karim Rashid buscó reinterpretar con su nueva serie de bandejas y centros de mesa Hellraiser, pero se conformó con reinterpretarse a sí mismo. Habitualmente tierno, redondeado y azucarado como un caramelo de fresa, el proyectista neoyorquino de origen egipcio ha dado un giro a su sello fucsia para indagar en las aristas, la dureza y los calados que, desde la empresa Alessi, asocian con "un estilo metropolitano". Agujereadas y rasgadas, las bandejas limitan mucho su uso. Tanto, que podría pensarse que su única función es decorativa.

Frente a la dureza de los metales calados, los portavelas y los fruteros bicolores de Doriana y Massimiliano Fuksas se presentan como quesos gruyer de porcelana agujereados a mano para dejar escapar la luz y ventilar la fruta. El gran tamaño de los agujeros permite un interesante juego cromático al dejar escapar el tono contrastado (marrón-turquesa o blanco-rojo) del interior del recipiente. El problema podría llegar cuando las frutas pequeñas borren ese contraste con su presencia y se escurran por los grandes orificios convirtiendo el frutero en fuente. Horadados y expresivos, los contenedores buscan mejorar su función de contener, pero se arriesgan a perderla para convertirse en meros objetos decorativos.

Arriba, el florero calado de Mario Trimarchi. A la derecha, frutero bicolor de Doriana y Massimiliano Fuksas.
Arriba, el florero calado de Mario Trimarchi. A la derecha, frutero bicolor de Doriana y Massimiliano Fuksas.

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