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Necrológica:NECROLÓGICAS
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Llanto por lord Bauer

Fue difícil en España enterarse de la muerte de P. T. Bauer, acaecida el pasado 2 de mayo: la noticia no apareció prácticamente en ninguna parte. Y, sin embargo, fue un destacado economista militante en favor de los pobres. ¿Cómo es posible que haya sucedido una cosa así cuando hoy todo el mundo se golpea el pecho por la 'lucha contra la pobreza'? La respuesta es sencilla: Bauer confiaba en los pueblos y no en los Gobiernos para salir de la pobreza; su liberalismo lo condenó al ostracismo durante décadas entre los intelectuales seudoprogresistas, que acusaron valientes al 'capitalismo explotador' y la 'dependencia', lagrimearon con la 'conciencia del subdesarrollo', promovieron el socialismo ignorando sus inevitables secuelas de despotismo y miseria, animan ahora la antiglobalización y aplaudirán cualquier cosa que no sea la libertad de la gente.

Peter Tamàs Bauer nació en Budapest en 1915 y se instaló en Gran Bretaña en 1934, donde primero se graduó en la Universidad de Cambridge y más tarde fue profesor de Economía en esa misma Universidad y luego en la London School of Economics. La reina lo nombró lord en 1983. Su obra clásica está disponible en español: Crítica de la teoría del desarrollo, Ariel y Orbis. Véanse las cariñosas palabras que le dedicó un presunto antiliberal, el premio Nobel Amartya Sen, antiguo alumno suyo, en Desarrollo y libertad, Planeta.

Bauer fue un gran conocedor del Tercer Mundo, categoría que le disgustaba porque pensaba que era una simplificación de los países ricos para justificar las burocracias encargadas de la ayuda exterior. Para mayor incorrección, Bauer rechazó la vinculación entre colonialismo y pobreza: no era el pasado imperial la causa de la indigencia de África, sino las estrategias antiliberales, despóticas en lo político e intervencionistas en lo económico, aplicadas después de la descolonización.

En momentos en que se creía a pie juntillas en los camelos de la ONU y el Club de Roma sobre la 'explosión demográfica', Bauer se opuso a los controles de natalidad, y alegó que a los pobres había que ayudarlos a no ser pobres, abriéndoles nuestros mercados, y que la riqueza iba a ser la forma eficaz de controlar la natalidad. Después de todo, si la densidad de la población generaba pobreza, entonces Japón (por no hablar de Hong Kong) debería ser pobre y el África subsahariana, no.

En completa soledad, frente al coro que deploraba el 'círculo vicioso de la pobreza', lord Bauer refutó la existencia de tal círculo: todos los países ricos habían sido antes pobres. Y no habían alcanzado la prosperidad gracias a la ayuda exterior, sino al comercio: 'La clave del desarrollo son las oportunidades para los beneficios privados, no los planes del Estado'. En la línea del liberalismo clásico, afirmó que la salida de la pobreza requería paz, justicia, libertad e instituciones que las protegieran. No abogaba por la eliminación de lo público, era un liberal, no un anarquista; según él el Estado tenía misiones básicas que no observaba en los países subdesarrollados, como proteger la vida y la propiedad de los ciudadanos, asegurar que los contratos se cumplían y mantener unas cuentas fiscales saneadas. Tampoco creía en las intervenciones gubernamentales contra la desigualdad: el desarrollo, dijo, trae una mayor igualdad.

El pensamiento único no concibe órdenes sociales espontáneos, y cree que todo está o debe estar manejado por alguien. De ahí que no subraye otra solución a la pobreza que la 'ayuda', algo que equivale a darles a los no pobres de los países pobres el dinero de los no ricos de los países ricos. Mucho antes que los antiglobalizadores ya estaba Bauer criticando al Banco Mundial y demás burócratas de la corrupta e ineficaz mendicidad oficial. Recordó Thomas Sowell en townhall.com que para Bauer los pobres podían responder a los incentivos del mercado igual que cualquiera, que el intervencionismo y la politización asociados a la ayuda eran contraproducentes y que el antiliberalismo de los economistas representaba un inaceptable paternalismo: así, la hostilidad hacia el mercado y el desdén hacia la gente corriente eran 'sólo dos caras de la misma moneda'.

Como dijo el Economist, bastantes de las ideas de Bauer son hoy aceptables, e incluso las defienden sus antiguos enemigos. Pero él las sostuvo en los años cincuenta y sesenta, cuando equivalían a una monstruosa herejía. Genio y figura hasta un paso de la sepultura, días antes de su muerte declaró: 'La ayuda exterior sigue siendo perjudicial para el comercio, sigue incentivando la mala asignación del capital y los conocimientos locales, sigue promoviendo políticas públicas que no benefician a la gente, sino que la empobrecen'.

Descanse en paz, Lord Bauer.-

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