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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ponga un famoso en su campaña

Cantantes, actores y escritores participan activamente en las elecciones francesas

Desde hace más de 100 años, desde que el escritor Émile Zola lanzó su J'accuse! en defensa del capitán Dreyfuss, los intelectuales franceses desempeñan un papel político que no tiene equiparación con el obtenido en otros países. Y no sólo los intelectuales, también los artistas. Tradicionalmente votan por la izquierda, pero algunas grandes figuras como Céline, Morand, o Drieu de la Rochelle simpatizaron con la extrema derecha y con el antisemitismo.

Las actuales elecciones presidenciales presentan la novedad de que, por primera vez en tiempo, varios intelectuales de prestigio respaldan al candidato de la derecha, Nicolas Sarkozy. Es el caso del escritor Max Gallo -antiguo portavoz de Mitterrand-, o del filósofo André Gluksmann, maoísta furibundo en su juventud. El politólogo Pierre-André Taguieff y el ensayista Pascal Bruckner así como el novelista Marc Waitzman también se inclinan por Sarkozy. ¿Por qué? En varios casos porque su origen judío les lleva a preocuparse por la supervivencia del Estado de Israel y estimar que sólo un candidato atlantista como Sarkozy, que rompe con el tradicional antiamericanismo francés, garantiza la continuidad de una civilización. En otros porque ven en Sarkozy un defensor de la nación frente al mundialismo.

Actores como Jean Reno o Christian Clavier prefieren a Sarko por su discurso liberal -Sarkozy es, a la vez, liberal y nacionalista- y porque promete reducir la presión fiscal. Ese argumento es decisivo también en el caso de Johnny Halliday, refugiado en Suiza mientras espera poder instalarse en Montecarlo, o para Alain Delon. En el caso de Roger Hanin, en su día cuñado de Mitterrand, lo que pesa es el despecho: una vez muerto el anterior presidente los socialistas se olvidaron de invitarle a sus actos. En cambio, la hija de Mitterrand, Mazarine, votará a Ségolène Royal, al igual que su viuda, Danièlle.

Otro partidario people de Sarkozy es el rapero Doc Gyneco, un cantante pasado de moda -en realidad nunca lo estuvo- que Sarkozy eligió para reconciliarse con los jóvenes de la banlieue (los suburbios). Sarko le ha conseguido contratos publicitarios a cambio de su respaldo. Único defecto de la operación: Doc Gyneco hace años que no vive en la banlieue.

La libertad de tono y la manera de hacer política de Ségolène Royal no sólo desorienta a buena parte de su partido sino también a sus tradicionales respaldos entre la gente guapa. A pesar de ello Jeanne Moreau, Carole Bouquet, Pierre Ardite, Philippe Torreton, Emmanuelle Béart o Michel Piccoli votarán por ella. Como también lo hará el central del Barça, William Thouram o los filósofos Jacques Rancière y Pierre Rosenvallon.

¿Y François Bayrou? El europeísta y democristiano Bayrou, con su recién descubierta alma de centrista puro y duro, se ha ganado la confianza de actores como François Berleand y Vincent Lindon, de banqueros como Jean Peyrelevade o de antiguos directores de televisión como Jean-Marie Cavada. El ultraderechista Jean-Marie Le Pen, de la mano de su hija Marine, por primera vez se ha interesado por la intelligentsia y los people. Entre los primeros ha captado a Alain Soral, un ensayista de verbo polémico y que durante años prestaba su talento al partido comunista, y entre los segundos a Dieudonné, un actor especializado en números cómicos, él mismo antiguo candidato a las presidenciales y que aporta una nota de color a la muy blanca, rubia y aria imagen del Front National. En cualquier caso nadie puede demostrar a estas alturas que las simpatías políticas declaradas de cierto tipo de famosos no acabe por ser contraproducente, como puede revelarse el respaldo de Halliday o Gyneco a Sarkozy o el de Bernard-Henri Lévy a madame Royal.

Nicolas Sarkozy saluda al cantante Johnny Hallyday en Marsella.
Nicolas Sarkozy saluda al cantante Johnny Hallyday en Marsella.AFP
Ségolène Royal, con la actriz Emmanuelle Béart en París.
Ségolène Royal, con la actriz Emmanuelle Béart en París.AFP

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